Menudo cabezón y otros huesos

El pasado mes de noviembre sufrí un accidente de tráfico con el resultado de rotura de clavícula y de cuatro costillas. Afortunadamente las fracturas fueron limpias y sin desplazamiento y solo necesitaron reposo y calmantes. A día de hoy estoy en fase de rehabilitación y ya bastante recuperado. El accidente me dio el tema de esta entrada: Menudo cabezón y otros huesos

Empecemos por el más complicado de los huesos que me fracturé, la clavícula. ¿Sabiais que las clavículas están ausentes en los mamíferos domésticos con la excepción de los gatos? Estos felinos las tienen muy pequeñas y flotantes, lo que les permite pasar por espacios muy estrechos. Donde entra la cabeza de un gato entra todo. Con los bigotes calculan la anchura de los espacios y así saben si caben o no.

La ausencia de clavículas da a los animales esa forma de barril que los hace más aptos para moverse a cuatro patas. Sería un desastre correr con unas extremidades delanteras “abiertas” por tener clavículas ¿os lo imagináis? Sin embargo, las clavículas permiten que las extremidades delanteras sean más aptas para caminar o correr erguido y también para trepar o manejar objetos.

Las aves las tienen soldadas, con forma de horquilla, se encuentra en la zona que denominamos pechuga y se llama fúrcula. Recuerdo que siendo un niño en mi casa los domingos comíamos pollo y todos los hermanos buscábamos este hueso para hacer un juego entre nosotros que consistía en conseguir ese hueso, elegir a otro hermano y ambos pedir un deseo. Enfrentados tiraban de cada extremo de la fúrcula hasta que se rompía. Ganaba el que conseguía el trozo más grande y encima se le cumplía su deseo.

La columna vertebral es el andamio del sistema locomotor y los huesos que la constituyen son las vértebras. Otra curiosidad: Las vértebras cervicales de los mamíferos son siempre siete, así que un cuello larguísimo como la jirafa no tiene más vértebras sino que son más alargadas.

Esta norma no sirve para las aves donde las vértebras son variables en número, con un mínimo de nueve y que llegan hasta las veinticinco que son necesarias para construir el cuello de los cisnes.

La primera cervical, la que aguanta el cráneo, se llama atlas, el mismo nombre que el titán griego condenado a sujetar eternamente el mundo. En los mamíferos la primera cervical tiene forma de mariposa y dos oquedades se articulan con los dos cóndilos occipitales del cráneo.

Os propongo un experimento: palpaos el cuello y gesticular un “si”, veréis que el movimiento parte de la articulación de la base del cráneo y la primera cervical. Después si gesticuláis un “no” apreciaréis que este movimiento parte de un poco más abajo, entre la primera y segunda cervical llamada axis.

Diferente es el caso de las aves, cuyo cráneo solo tiene un cóndilo y el atlas una única cara articular. Esto les permite hacer un giro de doscientos setenta grados. Las venas carótidas son más internas para evitar que con el giro se estrangulen o que se dañen los vasos sanguíneos. Por eso si os encontráis con un trozo de cráneo que tenga un solo cóndilo ya sabéis que es de ave, no necesitáis ni verle el pico.

En los humanos, si nos movemos al otro extremo de la columna encontraremos el coxis que lo conforman tres o cuatro vertebras coccígeas soldadas. Estas vertebras son un rudimento de la cola de los mamíferos, cola que al parecer desapareció en lo antepasados de nuestra especie hace ya millones de años.

La cola está presente en los humanos desde el inicio de la vida fetal, pero se reabsorbe y desaparece por la acción de un gen. La ausencia de este gen provoca que la cola no involucione quedando los individuos con un rabo de hasta veinte centímetros. Es una anomalía genética muy rara y que normalmente aparece por endogamia y que se llama cola vestigial.

Esta anomalía aparece hasta en la literatura y como ejemplo os pongo la novela de realismo mágico “Cien años de soledad” del premio nobel Gabriel García Márquez que describe la maldición de los Buendía de Macondo, donde como castigo por las relaciones incestuosas nacían bebés con rabo de cerdo. Pero esto no es necesariamente fruto de la ficción ya que un personaje tan real como el general Wellington, el que venció a Napoleón en Waterloo, portaba al parecer este extraño rabo.

Otro hueso que llamó la atención desde la antigüedad y que forma parte de la articulación del tarso es el astrágalo de los rumiantes, que tiene forma como de paquete y que son las conocidas tabas. Los romanos ya las usaban para juegos de azar, con un uso similar a los dados pero de solo cuatro caras bien diferenciadas.

De niños yo jugaba con mi hermana Pepa a las tabas. Para jugar se necesitaba una pelotita saltarina y unas tabas (que entonces ya eran plásticas y de colores). El juego consistía en lanzar y recoger la pelotita con un solo bote y simultáneamente colocar una de las tabas en una de las posiciones…todo con la misma mano, claro. Ahí estaba la dificultad. Si fallabas por no recoger la pelota, dar la pelota más de un bote o no poner la taba en su posición correcta perdías turno. Así las tabas deberían ir pasando por las cuatro posibles posiciones y ganaba el que antes acababa. Os confieso que comparado con mi hermana era un paquete y me daba auténticas palizas.

Y para acabar, una estructura ósea resultante de la fusión de ocho huesos y que protege el encéfalo: El cráneo. En el caso del cachalote el cráneo tiene forma de cuña como el resto de las ballenas, aunque el perfil cuadrado de su cabeza se debe a un relleno. El relleno consiste en un órgano con forma de cuña complementaria al cráneo que está lleno de una grasa que se llama espermaceti o esperma de ballena.

Cuando la caza de cachalotes estaba permitida, este aceite de esperma estaba muy cotizado y se usaba en cosmética y para lubrificar aparatos de precisión. Pero… ¿Para qué les sirve a los cachalotes? Estos cetáceos para capturar sus presas (entre otras, el calamar gigante o kraken) llegan a bajar a más de 3.000 metros de profundidad y consiguen alcanzar esas profundidades porque debido a las bajas temperaturas en esos fondos esta grasa pasa de líquida a sólida.

Mi imaginación asociaba esa cabeza de perfil cuadrado con una estructura ósea interna similar, como un paralelepípedo que intento enseñaros en este dibujo ¡Menudo cabezón!

El espermaceti sólido, que es más denso, les sirve de lastre para alcanzar mayor velocidad en el descenso, acortando el tiempo en apnea.  Por el contrario cuando el animal está en superficie, se mantiene líquido y vibra con una determinada gama de sonidos, lo que les resulta muy útil como un sexto sentido. También funciona como un ariete para embestir a otros depredadores cuando se ve amenazado echando a pique barcos (como hizo Moby Dick con el ballenero “Pequod”). 

Y para acabar una recomendación: Durante mi convalecencia me dediqué aún más a la lectura y la lectura de un clásico como «Moby Dick» me permitió descubrir un gran libro de mar y un auténtico tratado de cetología.

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