Romanos en Valladolid

Corría el siglo IV de nuestra era cuando los habitantes del pequeño asentamiento del Soto de Tovilla, en Tudela de Duero (Valladolid), enterraban a sus difuntos en la necrópolis cercana a su poblado.

De parte de aquella población ha llegado, hasta nuestros días, un pequeño legado, un regalo. Un total de 26 tumbas de época tardorromana, cuyos individuos estaban enterrados con ajuares funerarios de diferente tipo. La estimación sexual determinó que de ellos 10 son varones, 7 son mujeres, 5 son subadultos y 4 individuos más de los que no pudimos conocer el sexo, debido al mal estado de conservación de sus huesos.

Los restos óseos, desenterrados por los arqueólogos, estaban depositados sobre terreno de tipo arenoso, en una amplia terraza fluvial de un meandro que forma el Duero a su paso por Tudela, a unos 20 metros sobre el nivel del río. Este es un dato importante, porque las condiciones en las que se entierran los restos humanos determinan el, mejor o peor, estado de conservación de los mismos, a lo largo del tiempo.

 

Las tumbas contenían restos de cerámica de un tipo muy concreto, lo que permitió datar la necrópolis entre los siglos IV y V de nuestra era. En quince de las tumbas excavadas el ajuar mayoritario eran recipientes cerámicos y metal, y solo tres tumbas no presentan ningún recipiente cerámico. El rito en toda la necrópolis es de inhumación en fosa simple excavada en el suelo, orientadas de oeste a este y el cuerpo en decúbito supino (boca arriba), con los brazos extendidos o flexionados sobre el abdomen. Además, entre el ajuar funerario se hallaron armas , puntas de lanza, algún cuchillo, tijeras de hierro para esquilar y fragmentos de este metal. Todos estos elementos podrían hacernos pensar que se trataba de una población de guerreros, pero la reconstrucción final indica que más bien deben asociarse con las actividades lúdicas y artesanales de los individuos.

Puesta a la población en el contexto arqueológico e histórico, veamos qué cuentan sus huesos. Se determinó que el 72,72% de los individuos presentan algún marcador óseo destacable,  siendo el más abundante la artrosis (desgaste del cartílago articular). Además, se halló una contusión en una tibia y una fractura oblicua en tibia y peroné mal consolidada (con acortamiento de la extremidad), también variantes anatómicas y hasta un 13,64% presentaban indicadores de deficiencia metabólica y/o nutricional. Detengámonos en este punto…

 

 

 

 

Deficiencias nutricionales vistas en el hueso seco

Existen diferentes causas por las que un esqueleto presenta porosidad, principalmente en el cráneo (en parietales, frontal, occipital y el techo de la órbita ocular), el maxilar, la mandíbula y los huesos largos. Éstas pueden ser desde anemias genéticas (infrecuentes) o por baja cantidad de hierro en sangre (ferropenia), hasta escorbuto (deficiencia en vitamina C), y raquitismo (déficit de vitamina D), que son las que con mayor frecuencia pueden afectar a los individuos subadultos en las poblaciones históricas. Estas patologías pueden tener mayor incidencia en infantiles en las primeras etapas de la vida, incluso verse afectados tanto por el estado nutricional de la madre durante el embarazo, como en la etapa de la lactancia. La hipótesis más aceptada es que las anemias ferropénicas por déficit nutricional, y por la escasa variedad en los alimentos que ingiere una población, son la causa de la osteoporosis porosa en general, aunque sin olvidar que algunas infecciones parasitarias también provocan diarreas sanguinolentas, y pueden ser causa de pérdida de hierro en sangre.

Suena duro, ¿verdad? Pues son muchas las poblaciones históricas en las que se registran manifestaciones óseas de deficiencias nutricionales, sobre todo en infantiles, lo que indica los escasos recursos económicos en los que, en general, se desenvolvían las poblaciones antiguas.

Que el pensamiento crítico os acompañe, carbonian@s.

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