Desde antiguo los hombres han tenido relación con los peces y prueba de ello son las imágenes que aparecen en los instrumentos de uso cotidiano de nuestros más lejanos antepasados. Ya os he contado que los peces óseos poseen unas estructuras en el interior de sus cabezas que además de utilizarse para conocer la edad, tiene otros usos: los otolitos. Pues bien, entre las aplicaciones que los otolitos tienen para la ciencia está el considerarlos un almacen que guarda información de tiempos pasados. Y de esto va esta entrada…
Para empezar, existe una especialidad de la arqueología que utiliza los restos de peces (otolitos, dientes, escamas) encontrados en los yacimientos arqueológicos para reconstruir la vida acuática de la antigüedad: la ictioarqueología.
Con los restos recogidos en los yacimientos se pueden identificar las especies de peces, y también dónde, cómo, cuándo y porqué se incorporaron a la dieta de los diferentes grupos humanos. Las muestras también aportan información de las implicaciones de la pesca a nivel social y ambiental, de la distribución de las diferentes especies, de los desplazamientos o de las características de los mares que habitaban. Apasionante, ¿verdad?
Pero no resulta sencillo. Son habituales los problemas que dificultan estos estudios: el tamaño (por lo general, pequeño) y el estado de conservación de los restos encontrados, el numeroso (y a menudo incompleto) listado de las especies con los que trabajar, la escasez de colecciones de referencia con que poder comparar los hallazgos, etc.
Os recuerdo que los otolitos forman parte de este valioso material aunque localizarlos en los yacimientos arqueológicos no resulta tarea fácil. Primero por su pequeño tamaño y después porque pueden disolverse y desaparecer si el medio en el que se encuentran no conserva el pH adecuado.
Los otolitos fósiles, al igual que los dientes en los tiburones, permiten reconocer e identificar a la fauna fósil gracias a la particularidad de que cada especie tiene otolitos únicos y diferenciados. ¿Y como se identifican? Pues comparándolos y buscando características comunes con otolitos de especies actuales o con otolitos presentes en un cráneo fósil ya identificado .
Las nuevas herramientas que se están aplicando al estudio de otolitos fósiles permiten conseguir hallazgos muy valiosos. Un ejemplo reciente: Investigadores del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales (STRI) de Panamá consiguieron (con la tecnología llamada micro-CT) producir una serie de imágenes en 3D a partir de fragmentos fósiles de bagres (pez gato). Se les aplicó esta técnica a cráneos y otolitos en colecciones de museos que no estaban identificados. Así lograron describir dos nuevas especies de bagre fósil (Ariopsis castilloensi y Bagres ornatus) y determinaron por primera vez la morfología interna de cuatro cráneos de bagre fósil y el primer registro fósil de Bagre marinus en Venezuela. Todo un éxito ¿verdad?
Aún queda mucho por saber de la relación espacial y temporal entre el hombre y los peces a lo largo de la historia, y estoy segura que las nuevas tecnologías ayudarán a encontrar respuestas. Conocer el pasado para avanzar en el presente. Una vez más, la colaboración multidisciplinar mejora el conocimiento.
¡Hasta la próxima entrada marina!
Ah! Y si queréis leer más sobre el tema:
Aguilera O., Lopes R. T ., Rodriguez F., dos Santos T. M., Rodrigues-Almeida C., Almeida P., Machado A. S. and Morettia T. 2020. Fossil sea catfish (Siluriformes; Ariidae) otoliths and in-skull otoliths from the Neogene of the Western Central Atlantic. Journal of South American Earth Sciences. Vol.101.
Morales Muñiz A. , Llorente Rodríguez L. , Jiménez Cano N., López Arias B. and Roselló Izquierdo E. 2016. La ictioarqueología. La identificación de los restos de peces de yacimientos arqueológicos. En: Lloveras, L.; Rissech, C.; Nadal, J.; Fullola, J.M. (eds.): What Bones Tell Us. Lo Que Nos Dicen Los Huesos. Monografies del SERP. 12, pp. 77 – 86.