Masterchef, los denisovanos y el ADN neardental

¡Hola carbonian@s!

Será que aún no me he recuperado de la resaca de las fiestas o “que las musas han pasao de mi” que diría el Serrat más canalla en compañía de Sabina, pero no tengo ni idea de cómo arrancar con esta primera #carbonoticia del año.

Tengo que relajarme y dejar que fluya. Tómate otra, anda. Cuéntame algo y a ver si así. ¿Qué tal las navidades? ¿Ya has vuelto al trabajo? Por aquí todo en orden. Mucho lío, como siempre. ¿Lo mejor de las fiestas? Vas a flipar cuando te lo cuente 😉

Ya vienen los Reyes

La noche de Reyes es tradición familiar cenar en mi casa. Es una noche difícil. Mágica, pero difícil. Después de Nochebuena, Navidad, Nochevieja y la indescriptible sensación de comer en Año nuevo con los ojos a media persiana y Manolo el del bombo dándolo todo desde tu cerebelo, está la cosa complicada.

Hay que ser creativo. Nada de langostinos, ni platos típicos de estas fechas. En una de las más divertidas, un billete de avión permitía hacer el check-in para la cena. Tras el embarque y el saludo de la comandante, el atento personal de la aerolínea 😊 recordó las medidas de seguridad y salidas de emergencia. ¡Avionacoooooo! Despegamos para una vuelta al mundo gastronómica. Comimos sushi en Japón, Pastel de choclo en Chile (no como el del Horno de barro en Antofagasta, pero muy rico), Mejillones fritos y gratinados de Chez León en Bruselas, Samosas en la India, Tabbūle en Líbano y Patatas fritas en Ámsterdam, entre otras delicias.

¡Pónganle sabor a la vida!

Lo que pasa con las ideas peregrinas es que enganchan. Así que este año organizamos Masterchef Familia. —¡Qué divertido! —estás pensando. Te diré que el lenguaje no verbal de los invitados cuando fueron conscientes de lo que les esperaba, me hizo dudar. Pero oye, fue ponerse el mandil y el gorro de cocinero y ya estaban haciendo cola para lavarse las manos y ponerse al lío. Un jurado experto, tuvo en cuenta el sabor, el contraste de texturas, el emplatado y la presentación, escogió a los tres finalistas y entre ellos al ganador ¡Cuñaaaaaaao!

Un poco borrosilla pero aquí está. El flamante ganador de la primera edición de Masterchef Family con su premio en la mano, acompañado de un miembro del jurado a un lado y el segundo y tercer premio al lado. Una servidora con su chaquetilla 😉

Teníamos plan B por si algo fallaba. No hizo falta. Les pareció tan divertido que el año que viene tendremos la segunda edición. Si es que me complico la vida solita.

Estaba todo riquísimo, no como el hígado podrido que Svante Pääbo, premio Nobel de Medicina 2022, utilizó en sus inicios para comprobar que se podía extraer ADN de una momia, sin momia y de tapadillo. No hubiese ganado Masterchef con ese plato, pero fue suficiente para obtener un permiso para trabajar con 23 momias del Museo Estatal de Berlín. Consiguió ADN de un niño momificado de 2.400 años de antigüedad. Y en ese momento se descubrió el pastel.

Como fabricar un dinosaurio (De Salle y Lindley, 1999)

El bueno de Svante había hecho estos experimentos a escondidas de su jefe. Cuando se lo contó y con su beneplácito, publicó, en 1985, el artículo que fue portada de Nature y toda una revolución.

Así que todo quisque se puso a hacer lo mismo. Ay, amigo. El que no había extraído ADN antediluviano, lo había hecho de un dinosaurio. Como diría Bob Esponja — Pintamos toda la casa, y sin dejar caer una sola gota de pintura que no sea… ¡Qué es eso! — Resultó que la mayoría de las muestras estaban contaminadas con ADN humano actual.

Pääbo construyó una sala blanca en la Universidad de Múnich para extraer ADN antiguo y poner a punto la técnica. Consiguió ADN de un mamut de 50.000 años y de un caballo de 25.000. Ya podía dedicarse a lo que quería: extraer ADN de un neandertal. Tuvo acceso al primer neardental, conservado en el museo de Bonn. Y ¡pum! Lo volvió a conseguir, ADN mitocondrial, el siguiente paso era el ADN nuclear. La madre del cordero de la paleogenética.

Que las manos van al pan

Después de una comida copiosa, toca hacer la digestión. Y sí, mi pequeño Padawan, el resultado es una caca (perdón por lo escatológico, pero ya sabes que me gusta llamar a las cosas por su nombre). En el laboratorio de Pääbo, Hendrik Poinar trabajaba con cacas fosilizadas. En coproscopia molecular, para ser más exactos. Hendrik se dio cuenta de que en sus cacas (fosilizadas) se había producido lo que se conoce como la reacción de Maillard. Algo que pasa con el pan, por ejemplo. Las moléculas de azúcar forman enlaces con las proteínas y el ADN y son las responsables del sabor. Esta reacción se puede revertir y cuando lo hizo ¡Bingo! recuperó el ADN mitocondrial y también el nuclear.

Pasaron años hasta que se pudo trabajar con seguridad con muestras de ADN compuestas en un 3% por ADN de neardental y un 97% de las bacterias que pasaron por allí. El Next-Generation Sequencing o NGS fue parte de la solución y la bioinformática otra. Había que ensamblar todos los trocitos de ADN obtenidos de la nada. Así que, como genomas de referencia para montar el puzle, usaron el de Homo sapiens y un chimpancé. En 2009, veinticuatro años después del hígado podrido, se disponía de un borrador de genoma de neardental. Tres años más tarde, el genoma definitivo. Y de ahí a la confirmación de la hibridación entre el neardental y el Homo sapiens, un paso.

Es de bien nacido ser agradecido

Para contarte esta parte de la historia me he basado en el libro titulado “Que vuelva el rey: la nueva ciencia de resucitar especies” (Helen Pilcher, 2017). Muy interesante a la par que divertido. Y es que Helen tiene mucha chispa.

Si quieres saber más puedes ver el documental First people, merece la pena. Y que sepas que, gracias al canibalismo (sí, has leído bien) se ha podido recuperar este ADN. Él mismo lo cuenta. Después de arrancar la carne de los huesos los tiraban a una esquina de la cueva, donde se secaban más rápido y había menos bacterias.

Ah, que se me olvidaba, también descubrió un nuevo tipo de homínido, los denisovanos. La única especie reconocida únicamente por su secuencia de ADN mitocondrial y un dedo ¡Ahí es nada!

Como bióloga y genética, soy super fan de Pääbo. Tenía una idea y fue a por ella, sin pensar en lo que hacen los demás, aprendiendo a trabajar con la última tecnología. Concentrado, metódico y un maniático de la limpieza. Un ejemplo a seguir por todos, aunque no nos den el Nobel 😉

Hasta la próxima #SinCienciaNoHayFuturo

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