El lenguaje de los huesos: (II) ¿Adónde vamos?

Ni idea. Como sociedad posiblemente al caos. Como especie, y en palabras de la propia Jane Goodall, vamos hacia atrás. Según el recientemente fallecido Stephen Hawking “es el momento de explorar otros sistemas solares. Expandirnos puede ser lo único que nos salve de nosotros mismos. Estoy convencido de que los humanos necesitan irse de la Tierra». Vaya usted a saber.

De momento, adonde quiero que vayamos es a tratar de aclarar conceptos. Lo que ha inspirado la entrada de hoy fue un comentario que leí en Twitter en el que, grosso modo e independientemente del contexto, se hablaba de “neandertales sin evolucionar”. Podéis suponer que saltaron todas mis alarmas. Después de la entrada anterior sobre nuestros orígenes y nuestra posición taxonómica entre los animales, hoy toca hacer hincapié en que la evolución del ser humano no ha sido lineal. No estábamos por los árboles, bajamos al suelo y empezamos a erguirnos hasta caminar sobre dos pies. Quizá esa idea viene dada por la clásica imagen que os adjunto a continuación.

Es importante matizar que los procesos de especiación no son lineales, ni de un día para otro. Parece que en nuestro linaje pasemos de una especie a otra con solo chascar los dedos, pero los procesos evolutivos llevan su tiempo, el que sea. De una especie no surge otra, como si de una metamorfosis se tratase. De nuevo las mutaciones genéticas y la influencia del ambiente juegan un papel fundamental. El proceso, en esencia, es el mismo que os contaba en mi entrada anterior sobre la evolución de los grandes simios. En ocasiones, se producen mutaciones genéticas que a veces son “útiles” para desenvolverse en nuevos entornos. Es entonces cuando los individuos que sobreviven y se adaptan tienen descendencia transmitiendo esos genes “útiles” para la supervivencia en nuevos entornos. Los que no tienen esas mutaciones o han quedado a medio camino de tener la mutación completa y adecuada para continuar sobreviviendo mueren, no se adaptan, no pueden seguir el ritmo del grupo y se extinguen.

Y ojo, que Homo neanderthalensis y Homo sapiens coincidieron en el tiempo y se cruzaron. Sí, tenemos un porcentaje de genes neandertales. Ellos eran más robustos y cabezones, nosotros más gráciles y con una capacidad craneal ligeramente menor, aunque con una complejidad cerebral mayor, gracias a un aumento de las circunvoluciones. La anatomía del neandertal es más adecuada para caminar largas distancias y la nuestra más preparada para la carrera… Pues eso, dos especies diferentes.

Cierto es que este tipo de conceptos requieren de cierta abstracción y que cuando hablamos de “la evolución” parece que nos refiramos a un director de orquesta, que dice cuándo y qué instrumento entra en acción en cada momento, pero todo esto puede que no sea más que asuntos de “el azar y la necesidad”. Por cierto, os recomiendo visitar esta controvertida obra del premio Nobel Jacques Monod, todo un clásico en Filosofía de la Ciencia. Porque la Ciencia no son solo datos áridos a tratar estadísticamente, también hacen falta cabezas «pensantes» que vayan un poquito más allá con su capacidad de reflexión, que nos hagan cuestionarnos cuanto nos rodea y, por qué no, que nos hagan sentir un poco incómodos en nuestras butacas.

Que el pensamiento crítico os acompañe, carbonian@s ;o)

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