Hola carbonian@s,
Esta vez no me pilla el toro. Será porque es agosto, estoy en Gijón y su alcaldesa, Ana González, ha prohibido las corridas, o porque me he vuelto responsable de repente. Esta vez, y sin que sirva de precedente, no voy a esperar al último día. En honor a la verdad, la culpa de que haya encendido el ordenador a pesar de que juré y perjuré que no iba a hacerlo en vacación, la tiene mi cerebro y sus ideas peregrinas, o aún peor, sus asociaciones de ideas peregrinas, que las carga el diablo. Os cuento.
El caso es que acabo de volver de la playa de San Lorenzo. Llevo una semana yendo y aunque para una gallega que ha pasado el 70% de los veranos de su vida por los arenales de la Ría de Aldán, es otro concepto de playa, cuando le coges el truquillo muy bien, ¿eh? La arena es oscura, y si al viento le sumas la crema solar, tienes la croqueta perfecta. Luego está lo de las mareas. El otro día, mientras escuchaba Los tontos, 3 minutitos doce segundos de nada de canción, el Cantábrico, que la última vez que lo había mirado estaba Tranquilísimo a un par de metros, decidió venir a retirar la arena pegada en mis pies. La madre que… ¡Que yo no veía una tabla de mareas desde que hicimos aquellas prácticas de zoología en el intermareal!
Subida a hombros de gigantes
Así que hice lo que cualquier evolucionista haría para sobrevivir en un ambiente hostil, adaptarme. El mejor ejemplo de adaptación al ambiente playero lo lucen esos grupos de señoras estupendas, que se tiran un par de horas cada día tomando el solecito, disertando sobre temas variopintos y ostentan el nivel C2 de supervivencia en cualquier condición. Unas cracks, así, en general. Una visual de 360º y ¡Bingo! Divisé un grupo de cuatro a las 12 en punto y otro de tres a las 7. Pintaba bien y mi cerebro ya estaba como en Guardianes de la Galaxia bailando Come and get your love.
Al día siguiente fui equipada con el 5G de las sillas de playa: plegable, con nevera (-ita), bolsillo y asas mochileras para el transporte. Completaban el conjunto dos pinzas grandes para sujetar la toalla, vestido playero (un solo-playa en toda regla, de los creadores de las camisetas de dormir, tú ya me entiendes), chanclas y un bocata envuelto en aluminio. Una vez colocada cada cosa en su sitio, en dos movimientos plantas el campamento un metro más arriba ¡Ja! Me rio yo del Cantábrico.
Ya desde la altura de mi silla y al resguardo de las gafas de sol, volví la mirada hacia las Maestras en señal de agradecimiento. Y recordé algo que leí hace un par de semanas. La noticia de @MACriado sobre un artículo publicado en Nature en el que se identifican 290 mutaciones relacionadas con la edad de la menopausia o la senescencia reproductiva. Con todos los respetos, por supuesto.
Cuando tenga sesenta y cuatro
Mientras tarareaba la canción de los Beatles When I’m sixty four busqué el artículo. ¿Recordáis la #carbonoticia “Concha Velasco y los test genéticos. Mamá quiero ser vikingo”? Pues es algo similar. En este caso comparan datos genómicos de 201.323 mujeres de ascendencia europea. En un pajar de 13,1 millones de variantes genéticas (mutaciones) con una frecuencia alélica menor de 0,1% identificaron 290 agujas o “señales” estadísticamente independientes relacionadas con la edad natural de menopausia. Los efectos de las 290 señales variaban entre 3,5 y 74 semanas aproximadamente. Me imagino el Whatsapp de los 193 autores del artículo echando humo y oliendo el Nature ;-).
En algún momento de la conversación, alguien propone añadir los datos de 294.828 mujeres obtenidos por 23andMe, una empresa de esas que te dice si tienes primos en Svalbarb. Al aumentar el número de datos descartaron ocho de las señales. Aún así, ocho de 290 es la mitad de falsos positivos esperados (14,5). Otra vez ese Whatsapp al rojo.
―Pues a mí me parece que podríamos evaluarlas también en 78.317 mujeres de ascendencia asiática oriental (carita sonriente y bombilla) ―propuso otro. ―Veeenga ―dijeron el resto, y uno puso el emoji de la señora con la mano en la cara.
Y pasó lo que tenía que pasar, vieron que había diferencias tanto en las frecuencias alélicas como en los efectos. Por ejemplo, en un gen, para una de las señales observaron un efecto tres veces mayor en el grupo de Asia oriental que en el europeo, mientras que para otra señal independiente, el efecto estimado en el grupo de asiático fue la mitad que en el europeo. Es decir, que la misma mutación en Mulan es responsable de que su menopausia empiece 6 meses antes o después que la de Mérida. Las variantes tenían impactos distintos sobre la edad media de la menopausia en cada grupo.
―Veo tus datos y subo los de 16.556 mujeres obtenidos por deCODE ―Una compañía islandesa especializada en identificar genes relacionados con enfermedades―. La ristra de emojis fue como la de los grupos de padres del cole. Después de 192 manos con el pulgar hacia arriba, añadieron esos datos y con todos estimaron una heredabilidad del 31-38%. Lo que traducido significa que aunque le preguntes a tu madre cuando empezó con los calores, no vas a poder predecir cuándo empezarás a ir con el abanico a todos lados. Porque el porcentaje de heredabilidad te indica la proporción de la variación debida a los genes.
―Habrá que saber cuál es la función ¿no? (carita perspicaz, signo de interrogación). Consiguieron asociar 81 de las señales a genes funcionales. Algunas las identificaron como variantes deletéreas (letales) o responsables de la pérdida de función del gen. Muchos de los genes estaban relacionados con la reparación del ADN o mecanismos de apoptosis (muerte celular). Y como 193 personas en un mismo grupo tienen ideas a montones, también usaron ratones modificados genéticamente para estudiar los efectos de algunas de las mutaciones identificadas.
Que si quieres arroz, Catalina
No os cuento más, pero el trabajo no tiene desperdicio. Con la información obtenida en él y un estudio de tu genoma tendrás la posibilidad de tomar medidas a tiempo si quieres desperdigar tus genes por el mundo. A partir de ahora cuando te digan que se te va a pasar el arroz, puedes contestar que no. Hay un montón de recetas distintas de paella y a ti te gusta el socarrat 😉
La pregunta obligada es: si fuese posible ¿te gustaría saber con antelación la fecha estimada, según tus genes, para la menopausia? Piensa bien la respuesta. Luego querrás saber si tienes predisposición a sufrir una u otra enfermedad, al tabaquismo, la depresión… Podrías convertirte en un Marty McFly en el DeLorean de la genética. Si no tienes una razón médica para saberlo, déjalo estar. Soy una pesada, lo sé, pero ¿cómo evaluarás el efecto del ambiente? Por mi parte, prefiero vivir en la ignorancia. Como diría Rubén Blades “La vida te da sorpresas”.
Desde mi silla y mientras me como el bocata, me congratulo por haberme mimetizado con éxito y me imagino a Rocío Jurado cantando se me pasó el arroz, de tanto usarlo en lugar de Se nos rompió el amor. Poco se habla de la menopausia y como era de esperar, las pelis sobre el tema son escasas. Yo os recomiendo “50 primaveras” (Aurore en versión original) de Blandine Lenoir. Me ha dado un respingo. Resuena en mi cabeza la voz profunda de Lord Stark diciendo Winter is coming, hay que estar preparadas. Volveremos a adaptarnos, eso seguro. Además, siempre nos quedará Paris.
Os dejo hasta la próxima y recordad #SinCienciaNoHayFuturo
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