Radiofrecuencia y Mark Twain

Quiero empezar este artículo citando una frase de Mark Twain que lamentablemente está hoy en día más en vigor que nunca: Ninguna cantidad de evidencia logrará convencer a un idiota.

Viene esta frase a colación como introducción a un asunto del que quiero hablar y que, como el terraplanismo, las curaciones milagrosas, el creacionismo o las dietas milagro, de vez en cuando se convierte es “trending topic”, que son los efectos nocivos en la salud de la Radiofrecuencia (RF).

Para los profanos en la materia, la radiofrecuencia (RF) se puede definir de manera básica como ondas electromagnéticas o conducidas por cables o que se propagan en el aire a la velocidad de la luz y que se caracterizan principalmente por su frecuencia, que es el número de ciclos por segundo de la onda.

No quiero entrar a discutir el tema frecuencial, porque requeriría demasiado artículo y no es donde me quiero centrar. Quiero en primer lugar destacar las aplicaciones principales o los campos de utilización de la radiofrecuencia. La primera de ellas consiste en el calentamiento de objetos. A ellas pertenecen tanto los hornos de microondas como otras aplicaciones industriales y médicas.

Otro campo de utilización de la radiofrecuencia es la captación o detección de objetos. En este caso se transmite radiofrecuencia, y las características de RF recibidas aportan información sobre los objetos sobre los que incide. En este campo de aplicaciones citaríamos por ejemplo el Radar o el Sonar.

La tercera aplicación, y la más conocida, es la transferencia de información. La radiodifusión y la televisión fueron algunos de los primeros usos de la radiofrecuencia para transferir información en forma de sonido o de imagen. Las características de la radiofrecuencia hacen posibles tecnologías de transmisión de datos modernas como la Wi-Fi, las comunicaciones móviles de voz y datos (4G, 5G), el Bluetooth o las aplicaciones satelitales como el GPS.

Quiero también afirmar que no podemos escapar de la RF. En nuestro mundo tecnológico, todos los « gadgets » que nos rodean y que usamos a diario, utilizan RF para sus funcionamiento: nos conectamos a Internet con nuestro móvil (4G o 5G) o nuestra WiFi, vemos la Televisión que llega a nuestra antena en forma de ondas de Radiofrecuencia, calentamos nuestros alimentos en nuestro horno microondas y para comunicaciones vocales, nuestro móvil se conecta a una antena base de telefonía móvil que está habitualmente en un entorno próximo, de forma que nuestro móvil tenga la cobertura suficiente para que la comunicación se realice de una forma adecuada, sin necesidad de poner en juego una potencia elevada y de esta forma economizar su batería (planificación de red).

Podemos decir sin ambages que estamos rodeados de ondas electromagnéticas y, aunque viviéramos sin televisión, ni radio ni teléfono, tampoco escaparíamos de ellas, ya que seguiríamos captando las ondas que otros emiten. Salvo que nos marchemos a un lugar muy recóndito de la tierra, la radiofrecuencia nos rodea por doquier. Y no obstante, incluso en este lugar recóndito, tendríamos encima de nosotros los satélites de baja órbita que también utilizan RF, de los que he hablado en anteriores posts.

Esto es así desde que el físico escocés James Clerk Maxwell formuló la teoría clásica de la radiación electromagnética, que unificó la electricidad, el magnetismo y la luz como distintas manifestaciones de un mismo fenómeno. Sus famosas ecuaciones constituyeron una segunda unificación de la física, tras la primera llevada a cabo por Isaac Newton. La unificación de los fenómenos luminosos y eléctricos le llevó a predecir la existencia de las ondas de radio​, por lo que Maxwell también está considerado como el fundador del campo moderno de la ingeniería electrónica.

A raíz del descubrimiento de las ondas de radio se sucedieron las invenciones y las aplicaciones: enlaces de radio, telegrafía sin hilos, radio, televisión, telefonía y un largo etcétera.

Tras esta introducción a la Radiofrecuencia sólo quiero hacer un último apunte. Las frecuencias que utiliza la RF son denominadas no ionizantes, lo que quiere decir que no alteran ni átomos ni moléculas. La RF se diferencia en esta característica de las ondas radiadas de muy alta frecuencia, como los rayos X, los rayos gamma o los rayos UV, que se denominan radiaciones ionizantes, porque pueden provocar cambios estructurales en átomos o moléculas, también en el ADN, y puede ser una causa directa de ciertas formas de cáncer y otras enfermedades.

La radiofrecuencia no obstante puede generar calor y a niveles elevados puede dañar tejidos. No obstante, las aplicaciones y equipos que utilizan radiofrecuencia están controlados y existen gálibos normalizados (que son revisados por estudios científicos y recomendados por Comités Nacionales e Internacionales) de potencias de emisión, que son de obligado cumplimiento por parte de equipos (de WiFi o Telefonía u otros) y en entornos de exposición a radiofrecuencia.

En España, el Comité Científico Asesor en Radiofrecuencias y Salud (CCARS) ha mantenido desde su creación un compromiso firme con la evaluación y comunicación objetiva sobre el posible impacto de los campos electromagnéticos de radiofrecuencia (CEM-RF) en la salud. En un contexto donde la tecnología y las comunicaciones avanzan rápidamente, es esencial proporcionar a la sociedad y a las administraciones información basada en evidencia científica rigurosa.

El Comité, formado por científicos relevantes en el ámbito de las Telecomunicaciones y la Medicina ha emitido varios informes (que son públicos) los últimos años, en los que ha reiterado la no observancia de una correlación significativa entre la ocurrencia de tumores y las comunicaciones móviles, sean estas 4G o 5G o WiFi, por utilizar las más habituales de nuestro entorno.

El CCARS también ha desmentido bulos que desde que la pandemia SARS COV-19 azotó al planeta, han corrido como la pólvora, creados y animados por pseudocientíficos o simplemente conspiranoicos y amplificados por la redes sociales. En particular, se propagaron teorías de conspiración que vinculaban erróneamente el despliegue de las redes 5G con la propagación del coronavirus. Estas teorías, sin ninguna base científica, llevaron a actos vandálicos, como el incendio intencionado de más de 330 estaciones base de telefonía móvil en más de 20 países.

A pesar de los esfuerzos de organizaciones como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Comisión Europea (CE) por desmentir estos bulos, la desinformación encontró un terreno fértil en las redes sociales. Hashtags como #5GCoronavirus se volvieron tendencia, y la rapidez con la que se propagaban estas teorías complicó los esfuerzos para combatirlas. Es preocupante que, en algunos casos, estas desinformaciones fueran respaldadas por supuestas evidencias científicas, aunque muchas de ellas fueron posteriormente retractadas por falta de rigor.

Ante este panorama, el CCARS ha trabajado para desmentir estos mitos y proporcionar información basada en evidencia con más de 50 bulos desmentidos en colaboración con distintas plataformas de verificación y numerosos medios de comunicación. Actualmente se recopilan en su web en la sección “Maldita radiofrecuencia”

(https://ccars.org.es/noticias-home/maldita-radiofrecuencia-noticias-lateral).

No obstante, como digo al principio del artículo, ninguna cantidad de evidencia logrará convencer a un idiota, por lo que seguirán surgiendo estudios « científicos » que asocien modificación de ADN (cáncer) y Radiofrecuencia, y en algún caso, alimentando de papanatismo a una clase política que en no pocos casos desprecia la ciencia a favor del fanatismo por un puñado de votos, con proposiciones como la pudimos oír hace años a un político que era partidario de eliminar todas las antenas de telefonía de un pueblo por supuestamente cancerígenas, sustituyéndolas por una única antena « alejada suficientemente » del pueblo, sin darse cuenta que de esta forma, el teléfono móvil tendría que poner en juego una mayor cantidad de potencia (al lado del cerebelo), además de disminuir drásticamente su tiempo de batería.

No soy optimista en este tema porque a estos conspiranoicos y sus acólitos también se le puede aplicar la frase que no me acuerdo quién decía, de que la ciencia avanza mucho, pero ellos no se dejan atrapar porque son más rápidos.

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