¡Más madera que es la guerra! decía Groucho en “Los Hermanos Marx En El Oeste”, mientras lanzaban a la caldera de una locomotora las tablas de madera que arrancaban del vagón porque la leña ya se había agotado. Algo parecido les sucede a las vacas lecheras después de parir: producen tanto que lo que comen después no les llega. ¿Entonces que hacen para obtener energía? La respuesta está en la quema de las reservas de grasa de los depósitos corporales que fueron “ahorrando” en el final de la anterior lactación. La consecuencia directa es que la vaca adelgaza. Si esta quema no fuese suficiente, le toca el turno a las proteínas de su masa muscular (que en este caso hacen el papel de la locomotora en la película de los Marx).
Aparece entonces una especie de oquedad en el medio del muslo de las vacas recién paridas. Como veis en la foto superior, esto se hace muy visible donde está el músculo llamado semitendinoso: la flecha amarilla señala el hueco que deberían ocupar las fibras musculares.
Las vacas lecheras actuales son un producto de más de un siglo de selección genética que empezó en Estados Unidos y Canadá a partir de la raza frisona (vaca de origen holandés y que se conoce también como vaca pinta). De cómo se hizo esta selección genética merece otro capítulo, pero dio como resultado lo que actualmente se conoce como raza Holstein. Estos animales llegan a producir hasta ochenta litros de leche en un solo día. Esta especialización tan positiva desde el punto de vista productivo tiene algún inconveniente como veremos, pues son animales más “delicados” que han perdido lo que se conoce como rusticidad.
Las vacas menos selectas (más rústicas) cubren en primer lugar las necesidades de nutrientes y energía para su propio mantenimiento y los excedentes los destinan a la producción de leche. Esto obedece a lo que se conoce en biología como homeostasis. Pero las vacas lecheras Holstein no funcionan así, son muy maternales. Y como consecuencia le dan preferencia a la lactancia, donde invierten todos sus recursos de energía y nutrientes.
La lactancia está asociada a la viabilidad de la cría y la vaca sacrifica sus recursos metabólicos por ella (madre no hay más que una)… Y este comportamiento se acentúa cuanto más selecto es el animal. Basta decir que una docena de litros de leche es el máximo consumo que puede tener un ternero en un día y la vaca no necesita producir los ochenta litros que os comenté anteriormente. Es su metabolismo el que de alguna manera “cree” que son necesarios. Este comportamiento metabólico se conoce en fisiología como homeorresis: el individuo da preferencia a funciones como la reproducción, el ejercicio físico o la lactancia (como es nuestro caso). Resumiendo, la homeostasis da prioridad a la supervivencia del individuo mientras que la homeorresis a la perpetuación de la especie.
Otro ejemplo de homeorresis, donde se ve favorecida la lactación sobre otras funciones, es lo que ocurre con el calcio en la fiebre de la leche. Esta patología es típica de vacas muy productoras y con muchas lactaciones. Cuando llega el momento del parto, las necesidades de calcio son muy altas para poder cumplir la demanda que exige la síntesis de leche (recordad que la leche es una rica fuente de calcio). Cuando una vaca se pone de parto destina todo el calcio disponible hacia la ubre y se descalcifica. ¿Consecuencia? No queda calcio en el organismo (necesario para la contratación del músculo y para el sistema nervioso central), así que la vaca se cae y entra en coma.
Actualmente, una intervención rápida con la aplicación intravenosa de gluconato cálcico suele resolver el problema. Años atrás, para evitar esto, se ataban los pezones a la vaca. Así, la propia presión de la leche sobre la glándula mamaria impedía que se produjera tanta leche, bajando la demanda de calcio. Era como favorecer la homeostasis sobre la homeorresis. Desgraciadamente era frecuente que la vaca con este método cogiera una infección en la ubre (mamitis)… Y el remedio era peor que la enfermedad.
Una consecuencia importante del adelgazamiento postparto es el retraso de la entrada en celo, por lo que no puede quedar preñada hasta que empiece a recuperar peso (si no hay gestación, no hay lactación). Esto se convierte en un problema económico para los ganaderos, pero es también un sistema de autodefensa: otra cría con una nueva lactación sin tiempo para la recuperación acabaría con la madre. De alguna forma nos está diciendo: Que vuelva a quedar preñada tu tía… ¡Bastante tengo ya con esto!
¡Hasta la próxima entrada!
Muy interesante y didáctico