Pues en la entrada de hoy voy a continuar con el aparato digestivo de las aves y empiezo por el principio, el pico. El estuche corneo que lo conforma tiene distintas formas y está adaptado para que el ave pueda conseguir los distintos alimentos de su dieta. Tiene formas muy diferentes: son cortos y fuertes en un granívoro, a modo de arpón en una garza, alargado como una pinza en un insectívoro, fuerte y punzante en una rapaz, etc. El alimento es engullido, no hay digestión mecánica pues no hay dientes ni nada parecido que triture el alimento como en los mamíferos. Tienen glándulas salivares y son las enzimas de la saliva las encargadas de empezar la digestión química. Por cierto, las golondrinas aprovechan también la saliva para pegar los tallos, pajas y otras fibras para hacer su nido.
El alimento sin masticar pasa al buche, otra dilatación del esófago para almacenar alimentos (acordaos de los preestómagos de los rumiantes con el mismo origen). En las palomas cuando están en cría el buche segrega un líquido nutritivo útil para alimentar a sus pichones. La leche de buche o caseína contiene proteína y grasa, pero no glúcidos como la lactosa de la leche de los mamíferos. Es un ejemplo de evolución convergente pues aunque no tenga que ver con el origen de la glándula mamaria de los mamíferos, su función es similar.
Las aves tienen dos estómagos: el químico y el mecánico. El mecánico se conoce como molleja y presenta fibras dispuestas en las tres dimensiones. Es el músculo más potente que se conoce. Capaz de romper granos, huesos y prácticamente todo lo que le eches, además suele alojar granos de arena y piedras para potenciar el triturado. Las aves granívoras tienen especialmente desarrollada la molleja para “moler” los granos. En los pollos, gallinas o pavos, los veterinarios observamos las mollejas y si son grandes y llenas de contenido indican buena salud del ave. Una curiosidad: En el circo romano les echaban a los avestruces bolas de vidrio que inocentemente engullían. Cuando las reventaban, el ruido provocaba la risa del público.
Por cierto, no sé porqué llaman molleja a un órgano de las terneras que también se cocina y que es muy apreciado en zonas como León. En realidad, es el timo, exclusivo de las terneras y al igual que el bazo produce linfocitos. A los del timo se les conoce como linfocitos T y a los del bazo como linfocitos B. El timo desaparece en la madurez y ya cuando son vacas no tienen molleja.
El ventrículo o estómago químico segrega ácido clorhídrico a pH industrial, así las partes blandas de los animales que engullen las rapaces se disuelven sin necesidad de masticar. Si tenéis la mala suerte de sufrir un bombardeo de una gaviota y no limpiáis rápidamente ”la plasta” podréis comprobar su efecto y como corroe la ropa.
Las aves rapaces engullen sus presas y los ácidos del ventrículo disuelven las partes blandas y en parte lo que queda sin digerir como huesos, uñas, plumas o dientes es regurgitado. Con todo esto hacen una especie de ovillos sólidos conocido como egagrópilas que son eliminados al exterior.
Si separamos sus partes podemos conocer su dieta: reptiles, anfibios pájaros y micromamíferos. En la foto vemos unas egagrópilas de una lechuza recolectadas por mi amigo y biólogo Nino Navarro que posteriormente las analizó. Vemos los esqueletos casi completos de dos roedores: una rata común posiblemente inmadura y un ratón moruno. Con Nino compartí conocimientos de la naturaleza en nuestra época de universitarios en los montes de León.
Es tan potente la acción de los ácidos del ventrículo que las semillas de algunos árboles como el acebo necesitan pasar por él para germinar. Los ácidos ablandan la cáscara lignificada que las envuelve y así las semillas podrán germinar. El nitrógeno de las heces servirá de fertilizante para que empiecen su desarrollo.
Para acabar contaros que los frutos del acebo eran el alimento predilecto del urogallo, un animal que se extinguió hace algo más de quince años de la Sierra de los Ancares gallegos. Se da la paradoja que habiendo más acebos que nunca, por las medidas actuales de protección del parque, el ave se extinguió.
Al parecer necesita de inviernos fríos (como los que había antes del cambio climático) para reproducirse con éxito. En la actualidad se están criando urogallos en cautividad para intentar su recuperación en una granja en La Ercina de León con el objetivo de reintroducirlos en los bosques donde ha desaparecido. Pero muchos expertos son pesimistas y no ven esta recuperación viable pues el cambio climático, que es la causa principal de su desaparición, no parece en vías de solucionarse. Ojalá se equivoquen y vuelvan a sonar sus característicos chasquidos en las campas próximas a los picos de Tres Bispos, Cuiña o Mustallar.
Recuerdo un búho real que anidaba a unos 12 km de Ávila, se había «especializado» en cazar erizos, no me digas cómo los atrapaba, pero el resultado era que en la inmediaciones del nido solías encontrar un cadáver de erizo que el búho se habia merendado por la zona ventral. Lo curiosos es que la egagripilas analizada contenían una gran cantidad de púas. Ahí se muestra la lo comentado en el artículo . Pero también la habilidad de ese buho