¿Sabéis? Los veterinarios que trabajamos con vacas tenemos un superpoder con el que viajamos a su interior: Podemos ver y oír con el tacto. Y hoy os voy a contar como lo hacemos. En realidad se trata de una técnica que se llama palpación rectal. ¿Y para qué necesitamos viajar al interior de las vacas? Pues para saber si están preñadas. Poder diagnosticar la preñez de una vaca es muy importante para que siga produciendo leche y también para que nazcan crías que puedan sustituir a los animales que se van haciendo viejos, mueren o enferman.
El viaje comienza cuando introduzco la mano (más bien el brazo entero) en el interior del recto pero no os asustéis, para no mancharme me visto con ropa adecuada y uso un guante que me cubre hasta el hombro.
A veces la vaca está relajada y se deja explorar, no hace falta atarla ni acorralarla y puedo explorarla incluso en libertad en un pasto. Esto es muy grato para mí porque cuando una vaca lo acepta significa que no le causo dolor.
Y comienzo la exploración: la parte final del intestino de una vaca que se llama recto es muy elástica y por eso a través de ella puedo localizar el útero y los ovarios. A partir de los treinta días ya puedo palpar el feto (es como una bolita que se escapa entre los dedos).
Con cuarenta días la sensación al palpar con un suave pellizco es igual que cuando una camisa resbala por debajo de un jersey…
A los tres meses todo el feto cae al fondo del abdomen siendo a veces imposible de palpar. Y es por eso que en los siguientes meses lo que palpo son las arterias uterinas, que alimentan a la cría y que laten de una forma muy clara y característica (el frémito). Al palpar estas arterias tengo la sensación de un flujo turbulento (noto un “frus- frus”, frente al “blup – blup” de una artería normal). Esto es muy peculiar… ¡oigo con el tacto! Aún sin palpar la cría puedo confirmar que la vaca está preñada.
Con el paso del tiempo líquidos y feto ocupan prácticamente el fondo de la cavidad abdominal y ya puedo palpar la cabeza y las patas. Gracias a la elasticidad del recto que os comentaba antes, puedo meterle un dedo en la boca al feto y sentir como succiona, lo que prueba que el reflejo de succión es un reflejo innato y no adquirido.
Hoy los avances en tecnología me permiten acompañar esta técnica “manual” con las ecografías. En las ecografías capturo imágenes de ovarios y embriones y aumento la información que el tacto me da. Aunque yo, que ya llevo muchos años palpando, me pasa como a Santo Tomás y ”si no toco, no veo”… ¡son demasiados años oyendo y viendo con el tacto!
Muy ilustrativo!!!