Esta nueva entrada quiere introduciros en el enfoque de la veterinaria en las epidemias que sufre el ganado y que también pueden afectar a los humanos. Y lo hago desde mi experiencia como veterinario con muchos años de trabajo de campo. El primer trabajo por el que pasaron casi todos los veterinarios de mi generación eran las campañas de saneamiento ganadero. Allí nos fogueábamos y empezábamos a tener contacto con el ganado y los ganaderos. La tuberculosis y la brucelosis eran, por lo menos en aquel momento, las zoonosis más importantes en los rumiantes. Casi todas las explotaciones tenían algún animal positivo y había también mucha gente que padecía estas enfermedades, sobre todo en el rural.
Las zoonosis son enfermedades que comparten animales y personas y que se transmiten entre ellos. La tuberculosis por ejemplo, se contagia en ambas direcciones por compartir vacas y humanos el mismo aire cargado de bacterias en suspensión. La forma de contagio más frecuente es la respiratoria, aunque también hay una forma digestiva por la ingestión de lácteos sin pasteurizar.
Para la brucelosis o fiebres de malta, la vía de contagio más frecuente es la ingestión de lácteos sin pasteurizar. Los veterinarios tienen también otra forma de contagio: a través de las heridas que puedan tener en las manos cuando atienden partos de animales infectados.
El mantoux era una de las pruebas que utilizábamos para el diagnóstico de la tuberculosis. Consistía en inocular intradérmicamente la tuberculina (fracciones del Mycobacterium tuberculosi) a las vacas. En los casos positivos a los dos o tres días se producía una inflamación que si ofrecía dudas se podía medir con un calibre.
Como ayuda al diagnóstico de la brucelosis, extraíamos unas muestras de sangre que se enviaban a un laboratorio para hacer una serología. Al resultado de la serología se unían otros datos con los que el veterinario decidía si había que sacrificar al animal enfermo o a todo el rebaño. También se aconsejaba al ganadero de cómo protegerse él y a los animales de esta infección. En veterinaria tenemos una ventaja: todo animal positivo o simplemente sospechoso es sacrificado y así “muerto el perro, se acaba la rabia”.
Una vacuna viva que se utilizaba en el ganado contra la brucelosis, la B19, resultó ser muy polémica ya que provocaba abortos en las vacas y el contagio de los veterinarios cuando se pinchaban accidentalmente. Esta vacuna además interfería en el diagnostico serológico y confundía al no saberse si los anticuerpos procedían de una infección natural o de una vacunación. Todos estos inconvenientes provocaron que se prohibiese su uso. Es pues una excepción que confirma la regla.
Si analizamos la evolución de ambas enfermedades tomando como ejemplo Galicia, vemos que en 1986 el porcentaje de animales positivos a tuberculosis y brucelosis era muy alto, tanto para el ganado como para los humanos. En la actualidad, Galicia ya fue declarada oficialmente como región indemne de brucelosis bovina, caprina y ovina. La tuberculosis bovina está también casi erradicada. Así, pasó de tener un promedio del 11,79% de los rebaños infectados en el año 1990, al 0,97% en el año 1997 y al 0,02% en el 2017 (porcentaje muy similar al que presentan los humanos). La principal causa de contagio sigue siendo el introducir animales de otros países o comunidades, aunque estén descritos casos en los que fueron las personas las que contagiaron al rebaño u otras veces el origen estuvo en la fauna salvaje.
Los veterinarios estamos muy bregados en la lucha contra infecciones causadas por virus, bacterias e infestaciones parasitarias. Además de los veterinarios de las campañas de saneamiento, hay una industria farmacéutica que cuenta con técnicos con gran experiencia y con herramientas para el diagnóstico y elaboración de vacunas para estas enfermedades. También contamos con profesionales en las empresas (integraciones, fábricas de piensos o laboratorios farmacéuticos) que son especialistas en prevención y control de enfermedades víricas, bacteriológicas, parasitarias…
Y están también los veterinarios de la administración pública, que inspeccionan las granjas para asegurarse que están libres de determinados agentes infecciosos. Las Agrupaciones de Defensa Sanitaria (ADS) son asociaciones de ganaderos que bajo las indicaciones y supervisión de un veterinario se dedican a erradicar y controlar infecciones e infestaciones en las granjas de una especie y en un área determinada. Son verdaderos especialistas en un puñado de enfermedades contagiosas para una especie.
Todo este arsenal de medios, conocimientos y experiencia de los veterinarios se echa de menos que no sea aprovechado en la actual pandemia. En el gabinete de expertos de otros países como Alemania si que están presentes, así que sacad vuestras propias conclusiones.
En ciencia, una visión multidisciplinar resulta más exitosa a la hora de enfrentarse a retos que ponen en jaque a toda la humanidad ¿no creéis?