Es cierto que mi tema recurrente son los otolitos, al que acudo cuando me faltan ideas para contaros, pero en mi descargo he de decir que aún hay mucho que contar de estas estructuras a las que dedico mi tiempo desde que empecé en esto de la biología marina (tengo que confesaros que soy un poco friki de los otolitos, la verdad).
A modo de recordatorio deciros que los otolitos son las “piedras en el oído” (traducción literal) de los peces óseos, que están compuestas por carbonato cálcico y proteínas y que se alojan en su cabeza. Forman parte del sistema auditivo de los peces y tienen tres características que resultan muy útiles para los que nos dedicamos a esto: nacen con el pez, crecen a medida que crece el pez y no sufren reabsorción.
Los otolitos tienen muchas aplicaciones en biología pesquera, entre ellas: nos permiten conocer la edad de los peces, identificar la especie (cada especie tiene un otolito diferente), diferenciar stocks pesqueros o saber quien se come a quien en la cadena trófica (si encuentras un otolito en el estómago de un pez, podrás saber que presa se ha comido e incluso su tamaño).
Ya sabéis que parte de mi trabajo es dar edad a los peces contando los anillos que se van marcando en el otolito a medida que pasa el tiempo alrededor de un núcleo, igual que ocurre en el tronco de los árboles. Contando los anillos conocemos los años que tiene el pez.
¿Pero cuántos pares de otolitos tiene un pez óseo realmente?
Se llaman peces óseos a aquellos que tienen el esqueleto formado por piezas calcificadas (espinas). Entre estos peces están desde la sardina al congrio, pasando por la merluza, el bacalao o la caballa. En cuanto al número de pares de otolitos, y aunque siempre se habla de un par de otolitos por cabeza (los llamados otolitos “sagitta”), lo cierto es que en realidad los peces tienen tres pares: dos otolitos de nombre sagitta, dos otolitos llamados astericus y otros dos otolitos denominados lapillus.
¿Por qué entonces se hace referencia a un único par por cabeza? La respuesta la tenéis observando la imágen superior. Si comparáis el tamaño del otolito sagitta frente a los otros dos, podéis ver la diferencia de tamaño, y si, los “menos conocidos” son mucho más pequeños. Para las especies con las que trabajamos en mi equipo, tanto los asteriscus como los lapillus son además más frágiles y difíciles de extraer. Por eso los sagitta son los que utilizamos para estudiar el crecimiento. Aunque como siempre ocurre en la naturaleza, hay excepciones y un ejemplo es el de Genidens barbus. Para esta especie los lapillus son los otolitos más grandes y robustos y son los que se utilizan para estos fines.
Volvamos a nuestras especies objetivo, ¿qué utilidades podrían tener los pares más pequeños de otolitos para nosotros? Pues he encontrado varias referencias a lo útil y certero que es el uso de los asteriscus o lapillus para interpretar el crecimiento diario del rape o la corvina, por ejemplo. Los autores que he leído destacan que el proceso es más rápido y sencillo utilizando estos otolitos. Para eso hay que empezar haciendo estudios morfológicos, identificando y describiendo los tres pares por especie. Sería un buen comienzo para determinar en cada caso cuales serían las aplicaciones de cada par.
Y es que debéis saber que los peces, además de marcar anillos anuales, marcan también anillos diarios en sus otolitos.
¿Y que es el crecimiento diario?
El crecimiento diario consiste en identificar y estimar los días vividos desde que nace un pez, relacionándolos con los anillos diarios que se forman en los otolitos. Generalmente para estudiar el crecimiento diario se trabaja con larvas o alevines que todavía no han cumplido el año de edad. El objetivo es conocer cuanto crecen cada día, midiendo el ancho de cada anillo (o microincremento) diario. También conoceremos así la fecha en la que nacen y podremos diferenciar cuanto crecen en estas primeras etapas en función del alimento y la temperatura. Además, se puede calcular la mortalidad y conoceremos las causas que afectan al desarrollo en estas fases tempranas de crecimiento donde la mortalidad es masiva. Creedme si os digo que estudiar el crecimiento diario no es nada sencillo (ni barato), aunque presenta grandes posibilidades.
Para mí, que me dedico a estudiar el crecimiento anual de la merluza sería muy valioso, por ejemplo, el poder validar la edad uno de la merluza mediante crecimiento diario. Validar en este caso, significaría demostrar científicamente que el anillo que consideramos el primero anual efectivamente lo es. Para ello, se habrán podido identificar y medir 365 microincrementos en el espacio que ocupa el anillo anual. Esto parece sencillo ¿verdad? Pues no lo es y os digo que, aunque llevo muchos años dedicada a esto, todavía queda mucho camino que recorrer.
Así que aprovecho para animaros a estudiar el crecimiento de los peces mediante el análisis de sus otolitos. Hay mucho por hacer y, quién sabe, quizás alguno de vosotros tenga la clave que necesitamos…
¡Hasta la próxima entrada marina!