Seguro que la mayoría de vosotros tenéis o conocéis a alguien que posee una colección de objetos recolectados con el paso del tiempo (cromos, sellos, monedas, vinilos, pegatinas, etc). También estoy segura que si le preguntáis cuál fue el motivo de comenzar a coleccionar esos objetos, su respuesta más probable sería la simple curiosidad o el poder conseguir algún objeto raro o singular en propiedad, como un tesoro personal.
Pues visto que el inicio de toda colección se basa en la curiosidad, y de eso los científicos van sobrados, ya desde antiguo se viene aplicando la idea del coleccionismo a la ciencia. Son las llamadas colecciones científicas, que en principio tenían como objetivo principal mostrar a los curiosos la fauna, ya sea local o la procedente de lugares lejanos. Ahora estas colecciones se han convertido también en una valiosa fuente de información para estudios de biodiversidad. Y es que gracias a ellas se puede demostrar, por ejemplo, la existencia en un pasado más o menos reciente de determinadas especies en un lugar concreto del que ya han desaparecido.
A partir del siglo XVIII, y gracias a que se descubrieron y desarrollaron nuevas técnicas que mejoraban la conservación y exhibición de las colecciones, se empezaron a ver también otras posibles aplicaciones. Con los ejemplares de estas colecciones como modelo, los estudios taxonómicos en el siglo XIX recibieron un empujón al adoptarse las reglas de clasificación de las especies que aún perduran. A medida que avanzaba el desarrollo de ciencias como la genética, la estadística o la ecología, los estudios que utilizaban estas colecciones fueron ampliándose más y más. Y por ejemplo, en la primera década del siglo pasado y paralelo al avance de la genética, se usaron estas colecciones para reagrupar o separar géneros y especies ya establecidos.
Las colecciones científicas
Las colecciones científicas que se guardan y conservan en los museos de ciencias naturales son la base para muchos estudios de taxonomía y sistemática. Gracias a estas colecciones, los científicos de cualquier lugar pueden analizar directamente los ejemplares que atesoran, ya sea de manera presencial o mediante préstamos de los ejemplares que necesiten. Mención especial hay que hacer a las llamadas colecciones de tipos, que están formadas por los denominados ejemplares tipo. Eso quiere decir que se trata de colecciones que poseen los ejemplares utilizados como referencia en trabajos taxonómicos que sirvieron para describir y nombrar un nuevo taxón para la ciencia.
Otro ejemplo de estas colecciones son las llamadas criocolecciones, que se conservan en congeladores o en nitrógeno líquido para que el material biológico permanezca sin sufrir alteraciones y se pueda utilizar en estudios de genética, bioquímica…
Quiero hacer alusión en esta entrada a una colección científica de referencia que se viene recogiendo y ampliando con el tiempo: la Colección de Fauna Marina del Centro Oceanográfico de Málaga del Instituto Español de Oceanografía (CFM-IEOMA; www.ma.ieo.es/cfm). Esta colección lleva asociado un importante catálogo fotográfico de las especies que la forman. Además, en el Centro Oceanográfico de Cádiz también guardan y mantienen una Colección de Crustáceos Decápodos y Estomatópodos (CCDE-IEOCD). Ambas colecciones están registradas en el listado de Colecciones de biodiversidad de GBIF (Global Biodiversity Information Facility) en España.
Y ya a título personal, quería mostraros una imagen de la sala donde almacenamos y cuidamos de manera permanente la colección de otolitos de peces demersales del Atlántico Noreste. Se inició a principios de los años setenta del siglo pasado en el centro donde yo trabajo y es nuestra particular colección de investigación que cada año va aumentando con nuevas incorporaciones.
Para acabar, un ejemplo práctico reciente que ilustra el interés por parte del personal que trabaja en estas colecciones para enriquecerlas: Se trata de una vieja colección de peces y tiburones que no recibía los cuidados necesario y que gracias a su incorporación a los fondos de la colección de referencia del IEO de Málaga recuperarán lustre. Entre todos los botes de muestras seleccionarán aquellos que sean de interés y estén en buenas condiciones de conservación. Estos se añadirán a los fondos de la colección de fauna marina que poseen.
Es importante destacar el empeño y el cuidado que ponen los conservadores de las colecciones para que no se deterioren y acaben perdiéndose. No hay que olvidar que los ejemplares que las forman son registros mudos que paradójicamente nos hablan de la riqueza y variedad de las distintas zonas donde fueron recogidos.
¡Hasta la próxima entrada marina!