Se habla mucho últimamente de la inteligencia artificial (IA). En muchas ocasiones los fabricantes de algunos productos, como los teléfonos móviles o automóviles, lo utilizan como reclamo para aumentar la venta de sus unidades. Si es que no hay mejor publicidad que vender lo “último” en tecnología. Ciertamente, los avances tecnológicos de los últimos años, mayoritariamente gracias al aprendizaje profundo (o deep learning), que es un campo dentro de la IA, han permitido logros impensables, como pueden ser los coches autónomos o el diagnóstico de enfermedades. Sin embargo, hay que recordar que las terminologías de IA o deep learning fueron acuñadas hace más de 20 años. Aun así, el abaratamiento de dispositivos informáticos y la disponibilidad de gran cantidad de datos para el aprendizaje de las máquinas (el petróleo del siglo XXI) han dado pie a una explotación masiva de la IA en los últimos tiempos.
Como toda tecnología disruptiva, la IA ha entusiasmado a unos, mientras que otros la miran con recelo. Los hay que se preguntan: ¿Nos dominarán las máquinas? ¿Nos quitarán los puestos de trabajo? Preguntas totalmente comprensibles viendo la información que nos llega, especialmente si solo leemos los titulares. Seguramente pasó lo mismo con otros inventos y tecnologías como la calculadora en la ingeniería o las cosechadoras en la agricultura. Por eso, es posible que ciertos grupos profesionales vean a la IA como una amenaza para sus puestos de trabajo. Por ejemplo, los radiólogos puede que tengan ciertas dudas con la IA al leer algunos titulares en la prensa:
Si a eso sumamos que uno de los ganadores el año pasado del premio Turing (una especie de Nobel de la informática) y padrino de la IA, Geoffrey Hinton, dijera que deberíamos dejar de formar a médicos ya que la IA diagnosticará mejor que ellos en 5 o 10 años, pues el panorama no es muy alentador.
Sin embargo, si buscamos un poco más de información vemos que los científicos han demostrado que la IA es muy buena realizando tareas específicas de cierta complejidad (ganar al ajedrez, diagnosticar una enfermedad), pero fuera de un entorno controlado su rendimiento no es tan bueno. Además, existen muchos aspectos a tener en cuenta como la confidencialidad de datos utilizados, responsabilidades éticas, sesgo en los datos de entrenamiento, etc.
Aún queda mucho por hacer con la IA, pero lo que hay que tener en cuenta es que la IA es simplemente una herramienta que, al igual que la calculadora o el GPS, sirve para mejorar una profesión o un servicio a la sociedad. Que se lo pregunten a los pilotos que utilizan sistemas de navegación autónomos desde hace años.
¿Entonces?, ¿la IA sustituirá a los médicos? ¿Nuestro futuro médico será un robot? Posiblemente no, al menos a corto o medio plazo. Lo que sí es seguro es que tenemos que actualizarnos constantemente a los nuevos avances tecnológicos para mejorar la sociedad y los médicos que utilicen la IA sustituirán a los que no la usen.