Seguro que alguna vez has ido al médico y te ha dicho que seas estricto en la toma de los antibióticos: que no tomes más de la dosis indicada, que respetes las horas indicadas… ¿Sabes por qué?
Los antibióticos están dirigidos hacia distintos procesos celulares implicados en el crecimiento y división de los microorganismos. Las dosis que nos recetan están basadas en estudios in vitro (sobre los propios microbios) e in vivo (en animales infectados). Estas dosis están muy ajustadas para lograr un máximo efecto en los patógenos sin resultarnos tóxicos. Si dejas de tomar un antibiótico a mitad de tiempo o no respetas las horas correctamente puedes impedir que se alcance esta dosis óptima. De esta forma, no se eliminarían todos los patógenos y, poco a poco, se irían acostumbrando a la presencia del medicamento en dosis que pueden tolerar. Así, con el tiempo se van seleccionando los microorganismos mejor adaptados al fármaco.
Las chicas sufrimos muy frecuentemente infecciones de orina. Muchas veces lo que ocurre es que, cuando parece que ya nos sentimos mejor, ¡zas! Tenemos una recaída de repente. Y ya no nos funciona el mismo antibiótico que la vez anterior. Esto es porque el fármaco ha sido capaz de “matar” a la mayoría de los microorganismos, pero no a todos, y cuando estos logran crecer de nuevo, volvemos a manifestar los síntomas y, lo peor de todo, ya no nos funcionan los mismos medicamentos. Por esto, tenemos que tener mucho cuidado y seguir las indicaciones que nos recomiende nuestro médico.
Los científicos estamos muy preocupados por el tema de las resistencias e investigamos mucho sobre el tema. Algunas veces trabajamos con microorganismos resistentes que aislamos de los propios pacientes, pero otras veces los generamos en el laboratorio.
Generar un patógeno resistente a una droga no es complicado, aunque requiere mucha paciencia. Una de las estrategias que seguimos es ir aumentando la dosis de droga poco a poco hasta que observamos que el microorganismo es capaz de crecer en estas condiciones. Una vez que tenemos los microbios resistentes podemos realizar estudios genéticos (por ejemplo, secuenciar su ADN) para encontrar los cambios que se han producido y que le confieren la resistencia. El siguiente paso es buscar nuevos fármacos que puedan atacar a estos microorganismos. Podemos seguir dos estrategias.
La primera, es la estrategia clásica en la que nos dirigimos hacia esos cambios que hemos identificado entre la cepa “parental” (sensible al fármaco) y la “resistente”. Por ejemplo, si lo que hemos encontrado es una mutación en una proteína que hace que esté más activada la ruta que estábamos intentando inhibir con el fármaco, podemos intentar bloquear la misma ruta pero en un paso posterior de la misma, para contrarrestar el efecto de la proteína activada. La otra estrategia es una estrategia por la que suelen optar grandes farmacéuticas que poseen colecciones enormes de fármacos. Se trata de poner en contacto los microorganismos resistentes con una batería de fármacos distintos para ver cuáles son más activos. Y una vez identificados, ya se intenta investigar cuál es el mecanismo de acción, para buscar nuevas formas “mejoradas” de la droga que hemos descubierto.
Espero que os haya interesado y, sobre todo, que recordéis siempre lo importante que es tomar los medicamentos de una forma responsable.