El día 1 de abril de 1764 hubo un eclipse solar visible en el hemisferio norte. Ese día muy cerca de Londres nacía un potro descendiente de los sementales árabes más famosos de Inglaterra al que llamaron Eclipse. Ya adulto ganó las dieciocho carreras que disputó demostrando una superioridad manifiesta y alcanzando la fama con rapidez. No ganó más carreras porque su dueño lo apartó de la competición, pues pensó que era mejor negocio dedicarlo a semental. Y no se equivocó. Sus ingresos por carreras fueron de 25.000 libras, que era muchísimo dinero en esa época. Pero, ¿sabéis cuanto ingresó como semental? Pues cuatro veces esa cantidad ¡más de 200.000 libras! Eclipse murió con 24 años y su corazón pesaba 6.5 kilos, cuando lo normal es que el corazón de un pura sangre pese alrededor de 4 kilos.
Vamos a pararnos a observar con detalle la imagen del esqueleto de Eclipse. Tenía un diseño perfecto para correr: amplio y profundo tórax, extremidades largas y ligeras, el cuello largo y esbelto. Toda una constitución de atleta al servicio de la selección funcional: ser el más veloz. Eclipse contribuyó a la creación de la raza Pura Sangre Inglés (PSI) y el 80% de los caballos actuales de esa raza tienen sangre de este animal. Cuando se tiene un carácter muy claro la selección es más sencilla y rápida. Hoy el libro genealógico de la raza está cerrado y solo pueden ser registrados hijos con padre y madre PSI.
Esta historia me sirve para introduciros como se lleva a cabo la mejora de los animales con los que trabajo: las vacas lecheras. A partir de las vacas frisonas holandesas (vacas pintas) que llegaron a Norteamérica con los colonos, se creó la raza Holstein en Estados Unidos y Canadá. Para ello se escogieron animales con la mejor conformación y fueron seleccionados como reproductores. La inseminación artificial fue una ayuda indispensable, ya que el semen de un toro permite inseminar hasta 300 vacas. Las hijas de esos toros se comparan con sus progenitoras y se ve si mejora su producción de leche y su morfología. Para verificar las producciones, y aunque resulta costoso, periódicamente hay que desplazar a las granjas a una persona. Es lo que llamamos control lechero. Y el grado de posible mejora y fiabilidad se cuantifica mediante herramientas estadísticas.
Un complemento a la mejora clásica basados en el pedigrí y en el control lechero es el conocimiento del mapa genético de los 30 pares de cromosomas de la vaca Holstein. La genómica es una poderosa herramienta para la selección. Al poco de nacer podemos predecir con bastante fiabilidad si un ejemplar macho o hembra nos aporta una mejora en nuestro rebaño (incluso antes de nacer, separando una de las células de un embrión de siete días tenemos material para predecir su valor genético).
En el mundo de la genética de las vacas de leche hay dos escuelas clásicas, la americana y la canadiense. Los primeros mayoritariamente van directos al grano y buscan más producción. Los canadienses buscan también la belleza funcional, y se priman los caracteres morfológicos importantes para la producción de leche. El resultado final, aunque no exactamente igual, es muy parecido: las vacas con “buen tipo” tienen buenas producciones, pero también las vacas muy productoras son funcionalmente bellas.
Además de la raza Holstein, otras cuatro razas lecheras (Jersey, Parda alpina, Ayrshire y Guernsey) fueron objeto de una intensa selección genética. Sus morfologías convergen por la selección hacia la producción de leche y en las razas actuales, prácticamente solo el color de la capa las diferencia. Si la vaca rubia gallega se hubiera seleccionado hace décadas para producir leche en lugar de carne, tendríamos ahora “vacas rubias” con una tipología como la Holstein.
En mi opinión y si hablamos de selección genética, el paradigma de producción son los pollos. En la imagen de abajo podéis ver el aspecto que tenía un pollo en 1957 y su aspecto en la actualidad. A la derecha de cada uno, se hace una recreación del aspecto que tendría ese pollo en 1957 si se alimentase como actualmente. También se puede ver la imagen de un pollo actual alimentado como en 1957. Se muestra así que mejorando la alimentación el peso solo aumentaría alrededor de un 10%. Sin embargo y gracias a la genética, se ha duplicado el peso del animal. Para completar la información, a la derecha se compara la cantidad de pienso que se necesitaba para obtener un pollo de dos kilos y medio en 1980 y 2010.
Gracias a la mejora genética, el pollo pasó de ser un alimento inaccesible para muchas familias a un alimento habitual en la cesta de la compra. La carne de cerdo, los huevos y la leche también se hicieron así asequibles a las economías más humildes. Esta “proteinización” de la población mejoró de forma espectacular la altura media de los españoles y sin duda contribuyó a que nuestra esperanza de vida esté en los primeros puestos del ranking mundial.
“La medicina cura al hombre, la medicina veterinaria cura a la humanidad” (Luis Pasteur)
Felicidades Anton.
Bien documentado y didáctico.
Me encantó y por supuesto me leeré los libros, gracias por estas explicaciones.
Eres un crack
Deja la veterinaria y dedícate a la enseñanza
Muchas gracias Anton , enorme placer leerte siempre .
Aplicada esta técnica a la especie humana, también mejoraríamos?
…y dónde estará el límite Anton?
¡Qué maravilla de entrada! Qué bien explicado. Aquí hay un profesor presionando por salir 😉