El amor en los tiempos del cólera-virus o la historia de cómo la codicia humana acabó con un árbol

Buenos días carbónicos. Seguro que muchos de vosotros estáis en casa, confinados para no contagiaros ni ser contagiados, esperando noticias frescas de nuestro futuro inmediato… Otros estáis trabajando y desde aquí os quiero mandar un mensaje de reconocimiento por vuestra labor y esfuerzo.

GRACIAS a tod@s

Estos momentos también son cruciales para la reflexión como sociedad, para ser conscientes del mundo que nos rodea… y no solo con nuestros vecinos de bloque, sino también con los vecinos de hábitat. Y eso es lo que vamos a hacer…

Cuando escuchamos hablar de biodiversidad o de conservación, muchos no son capaces de determinar lo inmensurable y compleja que puede llegar a ser la naturaleza. Todo en esta sociedad se termina midiendo bajo el prisma del valor económico y utilitarista. Los beneficios que, sin embargo, la naturaleza nos ofrece, muchas veces no pueden valorarse tan fácilmente. ¿O crees que es fácil valorar el dinero que cuesta el aire que respiras o el carbono que estás utilizando para crecer? Es por eso que los especialistas en conservación hacen llegar a la sociedad otros baremos distintos, para hacerle entender la importancia de los recursos naturales. Hoy vamos a luchar un poco contra la ceguera por las plantas o #plantblidness. Hoy vamos a hablar de como el amor por la naturaleza puede salvarnos…

Valores de uso, opción y existencia: Científicos en busca de tratamientos para el SARS-CoV-2 o COVD-19

El valor de uso es el que tienen aquellas plantas y recursos naturales que ya utilizamos, como las medicinas. El valor de opción, es aquel que les damos porque pueden llegar a ser las medicinas del futuro, aunque aún no lo sepamos… El valor de existencia es inherente a todos los organismos, porque todos ellos son clave para el equilibrio del ecosistema en el que se desarrollan.

2019-2020. El mundo se ve inmerso en una pandemia en la que, además de vacunas, se buscan todo tipo de terapias efectivas para solventarla a una velocidad de vértigo (lo que es posible gracias a equipos de expertos que llevan años trabajando en estas disciplinas). El mundo, una vez más busca medicinas que en su mayoría son sintetizadas artificialmente, pero que, sin embargo, se extrajeron y aislaron por primera vez de un recurso natural. Si ese recurso natural no hubiese existido, difícilmente lo conoceríamos y no podríamos sintetizarlo. El mundo debería de reflexionar y valorar el servicio de las plantas y de su conocimiento. El mundo debería reflexionar sobre la importancia de las ciencias, tanto básicas (botánica, zoología, virología, etc), como aplicadas (ecología, ciencias de la salud, etc). Merece la pena leer la reciente entrevista realizada a uno de nuestros más prestigiosos e internacionales investigadores del CSIC, el Profesor Pedro Jordano, que nos recuerda la importancia de conocer la biodiversidad terrestre y recomienda ahondar el catálogo de virus de animales silvestres, ya que en la actualidad no hemos catalogado el 1% y que, además, recalca la importancia de revisar nuestra relación con la naturaleza.

Aunque nos queda mucho por aprender sobre este virus, sobre como salir airosos de esta batalla o sobre qué opciones terapeúticas serán finalmente las adecuadas, aunque ya aparezcan listas preliminares (Li G. & De Clercq E. 2020), la búsqueda de respuestas pone antiguas medicinas sobre la mesa. Hoy, por ejemplo, nos encontramos ante un debate sobre si la cloroquina es efectiva y si, además, es segura. Aunque este medicamento ya ha mostrado su efectividad en tejidos in vitro (Manli W. et al. Cell Res. 2020), aún no hay evidencias clínicas que lo avalen y todo lo que tenemos hasta ahora, no dejan de ser resultados de tratamientos experimentales que pueden no resultar la panacea salvadora que busca algún que otro político. Una carta publicada en la revista científica BioScience Trends concluye que «Los resultados de más de 100 pacientes han demostrado que el fosfato de cloroquina es superior al control tratamiento para inhibir la exacerbación de la neumonía, mejorando el estado de los pulmones, promoviendo que el paciente de resultados negativos al virus y acortando la enfermedad». Sin embargo, no se trata de un estudio científico, sino de una publicación rápida que permite que la comunidad científica comparta información en un medio aceptado, pero que se entiende, no es un estudio completo avalado por casos clínicos, ni es replicable, por tanto, solo es lo que es, una carta. Es por ello que debe tomarse con precauciones, como todo científico entiende cuando ve el formato de dicha publicación. Toda investigación necesita unos protocolos y unas réplicas que conllevan tiempo. Estoy segura de que a medida que la ciencia acote la incertidumbre, que es su principal cometido, a la velocidad requerida por el guión, saldremos de estas y de otras incógnitas. Aún está todo en proceso…

De cómo la codicia humana acabó con un árbol

Lo que si sabemos es que la cloroquina fue un medicamento eficaz para combatir la fiebre y fue el remedio de una de las mayores pandemias que sufrió la humanidad, la malaria. Este medicamento se sigue utilizando en la actualidad, además de para la malaria, como agente anti-inflamatorio para el tratamiento de la artritis reumatoide y el lupus eritematoso. La cloroquina es la forma sintética del la quinina, compuesto cuyo descubrimiento, aislamiento y posterior síntesis fueron marcados hitos para la medicina, tanto, que su historia ha sido relatada detalladamente en libros y artículos, como si de una novela se tratara (La búsqueda de la quinina: los que ganaron las batallas y los que ganaron la guerra).

Fotografía cedida por la artista Susana Cámara Leret
Proyecto: The Institute for the Design of Tropical Disease

El origen de la quinina hay que buscarlo en una planta perdida de La Amazonia, al norte de Bolivia y Perú, el quino, el árbol de la quina o la cinchona: Cinchona sppl. Esta planta, ya utilizada por las tribus indígenas, llegó a ser tan importante para la humanidad combatiendo el paludismo, que se considera una de las 50 plantas que han cambiado el curso de la historia (Laws B. 2010). D. A. Casteel en Burger’s Medicinal Chemistry and Drug Discovery describe este alcaloide como «la droga que ha aliviado más sufrimiento humano que cualquier otra en la historia«. Hoy en día, por desgracia, también podemos decir que la quina fue una de las mayores víctimas del paludismo y también de la codicia humana. Los árboles de quina, símbolo de Perú, se arrancaban sin piedad o se descortezaban para obtener el alcaloide amargo que no sólo curaba fiebres, sino que también amenizaba los cócteles tipo gin-tonic o pisco sour, con su amargo de angostura. Según las anotaciones del naturalista alemán Alexander Von Humboldt, en 1805 se cortaron 25000 árboles sólo en la provincia ecuatoriana de Loja. La quina fue el remedio para paliar nuestras dolencias y, a cambio, la codicia humana sentenció su existencia.

Cinchona_officinalis
Swedish_Museum_of_Natural_HistoryStockholm

De las 24 especies de Cinchona que se incluyen en Catalogue of life, la IUCN (International Union for Conservation Nature) recoge 6 de ellas, 4 en las categorías de amenaza Vulnerable y En Peligro de Extinción, algo que no resulta muy alentador. Además, según Gómez Selguera, «las especies del género Cinchona juegan un papel fundamental en el secuestro de carbono y contribuyen a mantener la diversidad biológica al establecer una gran diversidad de interacciones ecológicas con hongos, insectos, vertebrados y otras plantas».

Algún dato más para reflexionar… Cinchona pubescens, otro quino, es una de las incluidas por la IUCN entre las 100 especies exóticas invasoras más dañinas del mundo, comprometiendo la flora y vegetación de otros lugares, entre ellos algunos de los que deberían ser lugares prístinos, como las Islas Galápagos.

Quizás sea este un buen momento para remediar nuestros actos, para recuperar esta y otras especies que tanto benefician a la raza humana, para valorar realmente lo que la naturaleza nos aporta. Quizás en estos momentos de confinamiento podamos empatizar con el mundo vegetal que tanto ha aliviado nuestros dolores, que nos alimenta, nos da oxígeno para respirar, carbono para crecer, elimina el CO2 que podría asfixiarnos, nos viste, nos alberga, nos cuida…

Quiero aprovechar para que cada uno de ustedes, enclaustrados lectores, se paren a pensar en que, quizás, esta primavera sea crucial para la reproducción de una pequeña plántula, que este año no pisaremos y que, puede que algún día, sea la clave para buscar una solución a otros problemas distintos, como ya nos ha mostrado la historia.

Porque el amor a las plantas y a la naturaleza puede salvar muchas vidas.

2 comentarios

  1. Gracias a tí, por contribuir a la causa con este precioso y bien documentado texto. Esto es divulgación, con mayúsculas. Este tipo de textos, claros, concisos y precisos, son los que debería leer el ciudadano medio. Es imprescindible que entienda lo que significa la ciencia. Y la Conservación, en el contexto en el que nos desenvolvemos.
    Gracias, Estrella. Soy tu fan; apúntame en la lista.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *