“Tin-tin”, escuchamos con el fonendoscopio tras golpear con los dedos la parte media de las últimas costillas de la vaca (justo delante del ijar izquierdo). Suena como cuando se golpea una cañería con un objeto metálico. En una vaca sana este sonido sería mate, algo parecido a un “toc-toc”. Este sonido nos lleva a confirmar una enfermedad muy típica que se produce tras el parto en las vacas lecheras: el desplazamiento de cuajar. ¿Os acordáis del cuajar? El cuajar es el verdadero estómago de los rumiantes con una función similar al nuestro. Su nombre se debe a que, antiguamente, de la maceración del estómago de los terneros lactantes se obtenía un líquido capaz de cuajar la leche para la fabricación de quesos (aunque hoy en día el cuajo es sintético).
Tras el parto, al nacer la cría y expulsar líquidos y membranas que la acompañan, queda un espacio vacío en el interior. Las vísceras, cuajar incluido, se reubican para ocupar este espacio vacío. Esto unido a otras circunstancias (como la falta de calcio en sangre) les hace perder el tono muscular. El cuajar queda entonces a la deriva y se desplaza de su sitio, se llena de aire y queda de alguna manera aprisionado entre las costillas y el rumen. Se establece así una cámara de aire que es la responsable de ese sonido metálico tan típico.
Los veterinarios hacemos una asociación de ideas: A una vaca recién parida (la ubre tiene cierto tamaño y está delgada) le sumamos unos ojos hundidos y nos hará sospechar inmediatamente del desplazamiento de cuajar (que confirmaremos con el fonendo). Además de desplazarse, también se dilata y a veces también sufre una torsión. La consecuencia es un colapso o parada digestiva en el que ni se absorben nutrientes ni agua.
A los pocos días de parir, la vaca apenas come y tiene los ojos hundidos, lo que nos indica deshidratación. ¿Sabemos cuál es el motivo de esto? El animal no es capaz de absorber el agua que necesita por un fallo digestivo y para que órganos vitales como el cerebro o el corazón sigan funcionando, el organismo se pone en modo ahorro. Ocurre también que los órganos menos clave ceden agua al sistema circulatorio (esto ocurre con el humor acuoso del globo ocular: al perder líquido hacen que el ojo se hunda en su cavidad).
La cirugía es la solución y hoy los veterinarios que hacen clínica de vacuno tienen mucha pericia en operarlas con la vaca en pie. Cogida a tiempo hay una recuperación muy rápida de la salud y la producción de leche casi no se verá mermada. Se practican una serie de incisiones en el ijar izquierdo que es el triángulo que hay detrás de las costillas, delante de la cadera y debajo de la columna vertebral. Así se llega al espacio abdominal donde se localiza el cuajar que se vacía de gas y se fija en su posición original con una sutura.
El fonendoscopio resulta útil para escuchar sonidos respiratorios y digestivos que ayudan al diagnóstico de enfermedades como la que os acabo de contar. De paso, además del cuajar, podemos auscultar el rumen apoyando el fonendo un poco más atrás en el propio ijar. Cuando el animal está sano suena como si alguien estuviera estrujando papeles con la mano. Además, si apretamos el fonendo contra el abdomen, la musculatura del rumen nos lo levanta empujándolo hacia fuera. Si el cuajar está desplazado, la rumia está parada y ni suena ni empuja el fonendo. Para acabar os contaré un secreto: el fonendo también es muy útil a los veterinarios para ganar tiempo mientras reflexionamos en silencio que rayos tendrá el animal, incluso podemos ejercer cierta autoridad reclamando silencio… ¡Es un momento de gran solemnidad!