En la entrada de hoy tratamos sobre una enfermedad un tanto curiosa. Veamos.
En la población tardorromana del Soto de Tovilla, en Tudela de Duero (Valladolid), de la que os hablé en una entrada anterior, había una mujer con unos huesos un tanto particulares. Esta mujer, de 155 cm de estatura y de entre 30-35 años de edad a su muerte (hace ya unos 1600 años), presentaba una porosidad exagerada para una mujer tan joven. La columna vertebral estaba muy afectada, con los cuerpos vertebrales hundidos y deformados y con recrecimientos de hueso “donde no tocaba”, aunque también había más huesos afectados.
La apariencia de su esqueleto más parecía la de una mujer anciana… Esto era muy raro, había que averiguar qué es lo que le había pasado a esa mujer y nos pusimos manos a la obra.
Visto lo visto, nos lanzamos a iniciar el diagnóstico diferencial retrospectivo, es decir, con los datos que habíamos reunido sobre los huesos de esa mujer, nos preguntamos “¿qué enfermedad puede provocar estas lesiones? Y, si hay más de una, ¿cuál es la más probable?”.
Hago un inciso antes de continuar. Como ya he mencionado en otras ocasiones, en el estudio de restos óseos humanos siempre nos movemos en lo que llamamos diagnóstico de presunción, es decir, que no trabajamos con seguridad absoluta, porque no podemos hacer pruebas al “paciente”, ni preguntarle los síntomas por los que “ha venido a nuestra consulta”, por razones obvias…
Total, que tras hacernos estas preguntas, y unas cuantas más, nos topamos con el síndrome de Cushing. Éste síndrome fue descrito por Harvey Cushing en 1912, y se define como el cuadro clínico producido por una secreción a lo loco, de forma incontrolada, de cortisol (la conocida como hormona del estrés) por la corteza de las glándulas suprarrenales (lo que yo llamo “el sombrero de los riñones”, ñej). El origen de esta enfermedad es diverso pero, los clínicos coinciden en que en el 70-80% de los casos, sucede porque el tamaño de esas glándulas es mayor de lo que se considera normal (una hiperplasia por crecimiento descontrolado del número de células), y como buena “plasia” implica que es un tumor. Esta secreción de cortisol sin control es poco frecuente, es de ese tipo de cuadros clínicos que se llaman raros, y afecta más frecuentemente a las mujeres y aparece, si es que ha de aparecer, hacia los 30-40 años.
Lo complicado de esta enfermedad es que esa presencia de cortisol tan elevada en el organismo afecta a los huesos, y una de sus consecuencias es la osteoporosis generalizada, que es un aumento de la porosidad en los huesos, lo que provoca que sean más frágiles y se puedan romper con mayor facilidad. Esta osteoporosis, aunque afecta a todos los huesos, no afecta a todos los huesos por igual y, generalmente, afecta más a la columna vertebral.
Vaya, vaya… Encajaba muy bien el cuadro clínico descrito en la bibliografía médica con el caso que teníamos ante nosotros, así que el diagnóstico de probabilidad quedó visto para sentencia. El caso del síndrome de Cushing sobre esta joven mujer tardorromana fue llevado “a juicio” al XVII Congreso de la Sociedad Española de Antropología Física y dado a conocer a los colegas antropólogos del país.
Fin de la historia, por el momento.
Que el pensamiento crítico os acompañe, carbonian@s.