Seguro que todos habréis leído algo sobre el suceso que ocurrió hace unas semanas en aguas próximas a Terranova (Canadá). Cinco millonarios aventureros a bordo de un sumergible, de nombre Titan, se dirigían a ver en directo los restos del famosos Titanic (que descansan en el lecho marino a más de tres mil metros de profundidad) y nada más se supo de ellos. Desde el principio las esperanzas eran pocas y en unos días se confirmó que una implosión desintegró al Titán y a sus tripulantes.
Aquí toca recordaos que el colapso en esas profundidades no lo provoca una elevada presión, sino más bien la diferencia de presión que existe entre el interior de cualquier estructura que se sumerge y el exterior. En la zona abisal, y como las presiones tienden a igualarse, la mayor presión exterior intentará “aplastar” al objeto hasta que la presión interna se iguale a la que existe en el exterior.
Este hecho lamentable, del que ya se ha hablado lo suficiente en prensa y redes sociales, me recordó lo poco que conocemos de esa zona oceánica tan hostil situada a miles de metros de profundidad. Y en consecuencia de los animales que allí viven en una oscuridad perpetua, soportando una gran presión exterior, bajas temperaturas y dificultad para conseguir el alimento. Hoy la entrada va de los peces abisales o como vivir bajo presión.
Como ya sabéis, a medida que se desciende en el mar, la presión va en aumento. Concretamente cada diez metros, una atmósfera más de presión. Los peces abisales, con formas y aspectos variados y originales (algunos meten miedo), están adaptados a vivir a más de dos mil metros de profundidad. Y en un ambiente muy poco agradable, por cierto. Sobrevivir en esas condiciones es una tarea complicada.
¿Cómo consiguen sobrevivir los peces abisales a esas profundidades con sus cuerpos sometidos a esa diferencia de presión?
La adaptación de los animales abisales a la diferencia de presión es cuestión de tamaño, forma y estructura interna. Por eso, son animales que suelen tener poca superficie corporal y cuerpos blandos sin huecos para evitar espacios que puedan ser rellenados por algún gas. Muy importante en esta adaptación es que sus tejidos celulares están repletos de agua (los gases se comprimen con más facilidad que el agua). Así evitan que la presión exterior los “aplaste” al no perder volumen e igualar su presión interna con la del exterior.
En la zona abisal no penetra la luz. ¿Cómo pueden ver, protegerse alimentarse o reproducirse?
Como están en completa oscuridad, la bioluminiscencia es su única fuente de luz. La bioluminiscencia es un proceso que produce luz y que se da en algunos organismos vivos. Junto con el oxígeno, la luciferina, molécula responsable de la emisión de luz y la luciferasa, que es la enzima que transforma la luciferina en oxiluciferina, provocan una reacción química que desprende fotones. Esta luz que emiten la utilizan para atraer a las presas y también como linterna.
Para protegerse suelen ser de colores oscuros y con ojos grandes. Y gracias a una boca grande, dientes afilados, pedúnculos que hacen de caña de pescar o puntos de bioluminiscencia por el cuerpo, consiguen el alimento. La verdad es que estas adaptaciones le dan esa apariencia un tanto “monstruosa” que tienen, pero que les resulta de gran utilidad para sobrevivir.
Y para acabar os voy a contar una curiosa estrategia reproductiva que se da en algunas especies de rape abisal que es muy llamativa y se denomina parasitismo sexual. Los machos de estas especies son de tamaño muchísimo más pequeño que las hembras. De hecho, cuando se comenzaron a identificar estas especies solo encontraban hembras porque los machos no los reconocían y creían que eran parásitos de las hembras.
Cuando los machos terminan su fase larvaria ya no se alimentan porque carecen de aparato digestivo y dependen de sus reservas para sobrevivir hasta que encuentran una hembra. Para localizar a las hembras han desarrollado una fina nariz con la que siguen el rastro a las hembras gracias a las feromonas que ellas segregan. Como podéis comprender, encontrarse en ese oscuro abismo no es tarea fácil. Pero cuando lo consiguen, los machos ya nunca más se separan. ¿Romántico? Pues seguid leyendo, porque yo opino que no tanto.
Cuando uno o más machos encuentran una hembra se pegan a su cuerpo y segregan una enzima que digiere y fusiona su propia piel con la de la hembra. Los tejidos y vasos sanguíneos de macho y hembra quedan así conectados para siempre. Poco a poco el cuerpo del macho se va consumiendo y se va fusionando por completo en el cuerpo de la hembra. Al final de los machos quedan únicamente sus gónadas. Acaban convertidos en apéndices sexuales. Y la hembra pasa a ser una especie de hermafrodita con capacidad de fecundarse a sí misma cuando las hormonas le indiquen que es el momento adecuado. Un poco aterrador, ¿no os parece?
Ya conocéis algo más de los peces abisales, pero quedan muchos secretos todavía por descubrir en las grandes profundidades marinas ¿Alguien se apunta?
Todas las estupendas imágenes de peces abisales que aparecen en esta entrada me las ha cedido desinteresadamente mi colega y amiga Esther Román Marcote, gran conocedora y apasionada de este tipo de fauna en aguas de Terranova. ¡Muchas gracias!
¡Hasta la próxima entrada marina!
Maravillosa y aterradora Naturaleza!!