La locura de estudiar la columna vertebral

,Cuando comienzas el camino de la Antropología Física en poblaciones históricas, y empiezas a profundizar, puedes terminar estudiando una de las partes de nuestra anatomía más interesantes y complicadas de abordar, la columna vertebral. Y yo, que soy mucho de complicarme la vida, me dije “pues oye, ésto es todo un reto, me subo al barco”.

Buceando en la bibliografía, me di cuenta de que había pocos estudios detallados sobre las enfermedades y marcadores óseos en la columna vertebral, y al poco tiempo comprendí la razón. Antes de entrar de lleno, recordemos qué elementos forman nuestra columna vertebral.

  • RECUERDO ANATÓMICO

La columna vertebral está formada por un total de 24 vértebras, repartidas de la siguiente manera: 7 cervicales, 12 dorsales o torácicas y 5 lumbares. Si además tenemos en cuenta el sacro, obtenemos unas 5 vértebras más, unidas entre sí formando un bloque único y en el cóccix hay unas 4-5 vértebras, también fusionadas. Hasta aquí todo normal.

  • VARIANTES Y OTROS QUEBRADEROS DE CABEZA

Un día de los que hay pocos, por casualidad, tienes ante ti el sueño de cualquier bioantropólogo, un esqueleto prácticamente completo, con casi todos los huesos y un óptimo estado de conservación. Y piensas que es una ilusión, y te frotas los ojos por si tienes las retinas empañadas y no estás viendo bien (porque normalmente los huesos están fragmentados, los esqueletos no tienen todos los huesos…). Entonces, ves que sí, que la columna vertebral está completa y todas las vértebras encajan cuando haces el montaje de la misma y, de repente, el sueño se va a la porra porque aparece una vértebra de más Y empiezan las preguntas: ¿una vértebra de más?, ¿será que he contado mal? (y vuelves a contar, 789 veces más, por si acaso), ¿será de otro individuo? y miras otra vez y compruebas…, hasta que descubres el apasionante mundo de las variantes anatómicas, tu castillo de naipes se desmorona y te das cuenta de la gran variabilidad que puede haber en el esqueleto, y descubres que hay personas que tienen más huesos de lo “normal” y flipas un montón. Qué caprichosa es la naturaleza.

Efectivamente, en ocasiones se pueden llegar a tener más vértebras pero, calma, esto nada tiene que ver con tener una enfermedad o algo así, no necesariamente tiene como consecuencia dolor, molestia, malestar o patología. A veces, por azar, suceden divisiones de más o de menos en todas y cada una de las partes de nuestro organismo: en venas y arterias, orificios del cráneo, puede haber dedos de más (polidactilia), tubérculos de Carabelli (depósitos de esmalte) en la cara interna de los primeros molares… y un sinfín de variaciones más que, a priori, no parece que confieran ventaja, ni desventaja, alguna. De hecho, la mayoría de nosotros no sabemos que tenemos alguna variación en nuestro esqueleto hasta que, por casualidad, nos hacen alguna radiografía y se ven (si es que se ven, que hay que tener muy entrenado el ojo).

Ya sé lo que estáis pensando, entonces si  parece que no sirven para gran cosa, ¿para qué estudias variantes anatómicas? Pues porque parece ser que, según una movida que se llama factor de heredabilidad de un rasgo, estas variantes podrían vincularse a relaciones de parentesco entre los individuos que las presentan en una población, porque existe una regulación epigenética y con carácter hereditario de algunas de estas variantes morfológicas.

Además, porque profundizando en el conocimiento de la variabilidad de la anatomía humana, y caracterizando esta variación en poblaciones históricas, se podría lograr su aplicación en la identificación forense del individuo y de grupos familiares.

Y, sobre todo, porque nos permite cumplir con uno de los principios sobre los que se fundamenta la Antropología Física, conocer la especie humana y su variabilidad en todas sus dimensiones.

Que el pensamiento crítico os acompañe, carbonian@s.

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