Hace unos años, paseando por Punta Arenas, en la Patagonia chilena, me sorprendió ver en uno de sus parques un monolito en homenaje a las personalidades que ayudaron a establecer la región de Magallanes y de la “Antártica chilena”. En una de las caras del monolito había un mapa de Chile y sus “Territorios Antárticos”, en el que aparece un trozo de la Antártida cortado como un quesito del trivial.
Las veces que he ido allí ha sido bien para embarcar en campañas oceanográficas o bien para participar en reuniones de CCRVMA, que es el organismo internacional que gestiona los recursos marinos vivos antárticos
Para mí que tenía grabado a fuego que la Antártida es el único territorio del planeta que es tierra de nadie, ver este mapa me conmocionó. Aunque sé que no es un mapa oficial, si que tiene un componente reivindicativo, sobre todo cuando se encuentra forjado en hierro en un parque de la ciudad. Posteriormente vi otros muchos similares. Algunos le llaman mapa tricontinental, por sus islas de Oceanía (Isla de Pascua entre ellas), el Chile continental, y las tierras australes chilenas:
Posteriormente, conocí las reclamaciones territoriales que distintos países han hecho de la Antártida de acuerdo con el Tratado Antártico
Después de una serie de incidentes entre los países con reclamaciones territoriales, se firmó el Tratado Antártico, que en un principio fue el primer acuerdo de control de armas en el marco de la Guerra Fría. De esta manera se evitó que se repartiera la Antártida entre países, como fatalmente ya ocurrió en otros continentes. Lo curioso es que ni Estados Unidos ni Rusia reclaman territorio, aunque se guardan el derecho a poder reclamarlo. ¡Así se las juegan los grandes!
El objetivo principal del Tratado es asegurar el uso de la Antártida con fines exclusivamente pacíficos. El espíritu del tratado respecto al diálogo y la cooperación ha generado lo que frecuentemente se designa como congelamiento de los litigios antárticos.
Uno de los artículos del Tratado indica que ninguna de sus disposiciones se interpretará como renuncia, menoscabo o perjudicial a los derechos de soberanía territorial o a las reclamaciones territoriales en la Antártida. Es decir, ninguna actividad que se realice mientras esté en vigencia el tratado servirá para hacer valer, crear, apoyar o negar un fundamento de reclamación de soberanía territorial.
Y ahí es donde quiero ir. Como sabéis, el cambio climático es una de las amenazas más graves a las que nos hemos enfrentado en los últimos tiempos. La influencia que podría tener sus efectos en la Antártida para el resto del planeta podría ser brutal en el caso de que el cambio climático se consolidara, por ello, gran cantidad de la investigación en el área se está dirigiendo a analizar los cambios que están ocurriendo, tanto en el continente antártico como en las aguas que la rodean. En el ámbito marino, la creación de espacios marinos protegidos que limiten la explotación pesquera podría ser una respuesta a la pérdida de biodiversidad y cambio climático. Las áreas marinas protegidas (AMP) suelen establecerse en zonas reconocidas como focos de biodiversidad o regiones vulnerables a condiciones cambiantes o a una mayor presión humana. Al limitar determinadas actividades, conseguimos que en las AMPs se reduzca la presión sobre el océano y sus ecosistemas, ayudando a aumentar su resistencia al cambio climático.
Hace 18 años se presentó la primera propuesta de AMP en la Antártida. La aprobación del AMP del mar de Ross, en 2016, en la que yo participé, fue uno del los mayores logros conseguidos para la conservación de la naturaleza, y de este área única en el mundo en especial. Es la mayor AMP del mundo, en la que se estima que se encuentra más del 30% de los pingüinos Adelia del mundo, alrededor de una cuarta parte de todos los pingüinos emperador, alrededor del 30% de los petreles antárticos, y alrededor de la mitad de las orcas del Mar de Ross. También alberga más de la mitad de las focas de Weddell del Pacífico Sur, que viven allí todo el año. Contiene especies bentónicas raras y vulnerables, como esponjas únicas, zonas de reproducción y hábitats de la austromerluza antártica, y otras zonas de importancia para la integridad del ecosistema.
Cuando una decisión tomada en un foro científico pasa a discutirse con un enfoque político, hay que tener mucha paciencia aunque el trabajo que se haga sea riguroso. Y eso es lo que está pasando actualmente.
Para conseguir esta aprobación, años de trabajo científico no bastaron, debió haber un profundo trabajo diplomático, cuyas negociaciones se me escapan. La razón es que es necesario el consenso, y que un único miembro, de los 27 que componen la CCRVMA, se oponga basta para que se bloquee la iniciativa. Por supuesto, la minoría de miembros que se opone debe argumentar el porqué, y como no puede decir que las razones son geopolíticas, pues las disfraza de argumentos “científicos”, muchas veces rebatidos por el resto de científicos. En el caso del mar de Ross o de las islas Orcadas del sur se concluyó exitosamente.
Actualmente hay una propuesta para crear una red de espacios protegidos en la Antártida, con el objetivo de proteger al menos el 30% de este espacio “prístino”. Esta red la integrarían otras 3 AMPs que se unirían a las ya aprobadas de la islas Orcadas del Sur y la del mar de Ross. Algunas de ellas llevan presentándose desde el 2012, como el caso de la propuesta de AMP de la Antártida oriental, que fue presentada originalmente por la UE y Australia. Las otras dos propuestas, desde el 2018, son la de la Península antártica, propuesta por Chile y Argentina con el objetivo de proteger esta área que tiene una enorme presión pesquera de krill, y la del mar de Weddel, propuesta por Alemania. Las investigaciones muestran que en algunas partes del mar de Weddell, las capas profundas del océano se están calentando cinco veces más rápido que el resto del océano a la misma profundidad.
Una minoría de países miembros está socavando la capacidad de la CCRVMA de realizar esta importante labor de conservación, aunque la mayoría de los países miembros han expresado su firme apoyo a la futura designación de AMPs y su compromiso de seguir trabajando por estas protecciones.
Las razones de este bloqueo no las conozco, aunque seguramente tenga que ver con las reclamaciones territoriales. A pesar de que, como decía anteriormente, el Tratado Antártico dice que ninguna actividad que se realice servirá para hacer valer, crear, apoyar o negar una reclamación de soberanía territorial.
Uno de mis libros favoritos sobre las expediciones polares es el muy bien descrito en su título, “El peor viaje del mundo”, en el que narra las memorias de los tres años de expedición del capitán Scott al Polo Sur…y del que podéis imaginar el final!
Creo que todos los exploradores polares se llevarían las manos a la cabeza si vieran en lo que se está convirtiendo las discusiones sobre la protección marina de la Antártida. Siempre sin ser ingenuo 😉, porque aunque el espíritu aventurero primaba en sus expediciones, también había mucha geopolítica, muchas veces necesaria para obtener los medios para llevarlas a cabo, ingentes en esos momentos. Igual no ha cambiado tanto el cuento!!
Salve Amundsen, Scott, Shackleton, Nansen y tantos otros exploradores polares.