Hace ya unos meses que mi lectura nocturna (casi) diaria se centra en libros que tratan sobre temas de ética y filosofía con respecto a la tecnología, y en particular sobre los algoritmos (programas de ordenador) e inteligencia artificial. Entre los libros más destacados sobre esta temática recomiendo “Hola Mundo” de Hanna Fry, “Ética para máquinas” de José Ignacio Latorre o mi lectura actual, una novela titulada “Machines like me” de Ian McEwan.
Y es que creo firmemente que el desarrollo de las tecnologías debe ir acompañada de una reflexión sobre los usos que les queremos dar. Se que es un tema recurrente y que hemos hablado sobre ello en el pasado aquí (https://cienciacarbonica.es/la-etica-en-la-ia/), pero la formación constante y reflexión sobre este tema por parte de la sociedad es fundamental.
La ventaja de este tipo de tecnologías es evidente ya que puede automatizar muchas de esas tareas aburridas que debemos de desempeñar en muchos aspectos de nuestra vida. Y seguro que los programas se diseñan (inicialmente) con el fin de hacernos la vida más cómoda. De hecho, en algunos aspectos, hemos llegado a tal punto que confiamos ciegamente en la tecnología. ¿Quién hace hoy en día 200 kilómetros por carretera sin la asistencia de un GPS? ¿Quién duda de que la ruta que nos propone es la óptima? Bueno, pues esos excesos de confianza a veces se pagan caro…
Y es que nos falta sentido crítico a la hora de usar la tecnología. Nunca debemos dejar de recordar que todos estos avances son herramientas que nos pueden resultar muy útiles ya que nos aporta información para tomar decisiones, pero estas decisiones deberían tomarse según nuestro propio criterio en última instancia (y si ves unas escaleras, no las bajes con el coche por mucho que te lo diga el GPS). Y esto es aplicable a la tecnología actual como futura.
Hoy en día utilizamos herramientas (gratuitas) como el Google Maps para el caso de la navegación, Gmail para correo electrónico, Twitter/X, etc. Estas aplicaciones que gratuitas nos son ofrecidas de forma gratuita. Pero nada es gratis en la vida. En contraprestación, nosotros regalamos datos a estas empresas, muchas veces sin saber muy bien para que serán utilizados. Pero ya os avanzo que seguramente serán utilizados para hacer dinero de una forma u otra. Llamémoslo para recibir publicidad personalizada, por ejemplo. Es decir que terceras empresas pueden llegar a nosotros a través de nuestras presencias (p.ej. hombre, mayor de 35, soltero sin hijos, le gustan los gatos, ….). Quizás debemos pensar un poco en el uso de nuestros datos antes de aceptar las condiciones de una aplicación. Os reto a leer algún día esas condiciones a ver si veis algo raro. O a lo mejor os llevais una grata sorpresa, como ha ocurrido en alguna ocasión donde algún ávido lector se reembolsó 1000 dólares al leer la letra pequeña y descubrir que podía reclamar esa cifra al la empresa de un programa (https://www.neoteo.com/gano-1-000-dolares-por-leer-la-letra-pequena-de-la/).
Bueno, siguiente con el tema de tecnología, otro problema que nos podemos encontrar en el futuro es la descualificación. Es decir, es el proceso mediante el cual nuestras cualidades se pierden mediante el uso excesivo de tecnologías. Imaginaros un mundo con coches autónomos donde no tengamos que conducir de forma regular. Como toda tecnología, esta puede fallar. Es decir que el coche autónomo nos pasa el control y seguramente nos costará conducir si no lo hacemos de forma habitual. Por eso mismo los pilotos de aviones se someten a rigurosos simuladores de vuelo de forma frecuente, donde experimentan diversos posibles problemas técnicos, y así practicar su reacción ante ellos.
Para ir acabando con este tema, hemos visto que la tecnología nos puede ayudar enormemente en nuestra vida, pero siempre debemos reflexionar sobre su uso y utilizarla con sentido común. Debemos conocer sus potenciales y limitaciones, y actuar en consecuencia.
Mi recomendación es que seamos críticos con la tecnología y no dejemos nunca de ser lo que somos, humanos.
¡Hasta la próxima carbonian@s!