Hola Carbonian@s,
Hoy no sé ni por dónde empezar. En tres meses de 2022 han pasado tantas cosas que uno ya no sabe si acumular papel higiénico, test de antígenos, aceite de girasol, píldoras de yodo o cuarto y mitad de todo. Non vaia ser o demo[i], que diríamos en mi tierra. En mi humilde opinión, lo más sensato es acumular conocimiento. Y no, no me refiero a estudiar cirílico. Así que te dejo una historia curiosa que espero te distraiga cinco minutos de todo lo demás. Pasen y vean.
Nuestros protagonistas son unos pececitos de la especie Labroides dimidiatus que viven en los arrecifes y dedican su vida a limpiar de parásitos y pieles muertas a otros peces. Lo primero que me vino a la mente cuando leí la noticia que ahora os contaré, fue el cuento de Blancanieves y los siete enanitos, lo de las pieles muertas es una licencia que tendréis que perdonar. Y es que cuando seguí leyendo, mientras Blancanieves paseaba ya por mi hemisferio cerebral derecho, me dio por pensar que, siendo ella las más guapa, no tendría pieles muertas. Tiene sentido ¿no?
Al lío. La noticia en cuestión va de un par de trabajos publicados por Masanori Kohda (que perfectamente podría ser el título de la próxima canción de Rosalía) de la Universidad de Osaka (Japón) y sus colegas del Instituto Max Planck (Alemania) y la Universidad de Neuchâtel (Suiza) en la revista PLoS Biology.
El primero de ellos, publicado en 2019 lleva por título: “Si un pez puede pasar la prueba de la marca, ¿cuáles son las implicaciones para las pruebas de conciencia y autoconciencia en los animales?”
¿Qué es la prueba de la marca?
La prueba de la marca o del espejo (MSR) es un test de conducta desarrollado en 1970 por el psicólogo Gordon Gallup Jr. y que se utiliza para evaluar si un individuo es capaz de reconocerse. Consiste en colocar una marca de color en una parte del cuerpo que solamente sea visible en el reflejo de un espejo y observar la reacción del sujeto a la marca.
La idea original proviene de uno de los múltiples experimentos de Charles Darwin para testar sus hipótesis. La muestra la tenéis en la película Creation donde, entre otros, se recrean las visitas que Darwin hacía a Jenny, una orangutana que vivió en el zoo de Londres en 1838, y que se comportaba como una niña pequeña. Charles puso un espejo frente a Jenny y comprobó que se reconocía en el reflejo.
Chimpancés, elefantes y urracas también han pasado la prueba. En humanos, el 65% la supera a los 18 meses de edad tocándose la marca cuando la ven en el reflejo. Algunos lo hacen antes, otros nunca. Estos últimos deben de ser los que cuando te pisan en lugar de pedir disculpas, te echan la culpa. ¿Os suenan? 😉
La historia de Jenny me recuerda al anuncio, en junio de 1963, de que en el Zoo del Bronx era posible ver al animal más peligroso del mundo. Cuando por fin te aproximabas al recinto, te encontrabas de frente con un espejo. Seguro habría quien no se diese por aludido.
¿Y de los peces qué?
Voy. El caso es que la secuencia de reacción de los pececitos limpiadores ante un espejo era muy similar a la de Jenny. Se conoce como las tres fases del espejo. Primero agresividad, el equivalente al ¿Y tú qué miras? Después movimientos no naturales y no agresivos, que yo me imagino que serán posturas como las de las modelos de Zara (con todos los respetos) y por último mirarse directamente o lo que podríamos llamar la fase del Espejito, espejito ¿Quién es el más bonito?
Para comprobar que efectivamente se reconocían les hicieron una marca marrón (que parecía un parásito, su principal fuente de alimento) en una zona solo visible en un espejo. De los cuatro animales con los que se realizó el experimento, tres tocaron o rasparon la marca después de nadar hacia el espejo. La clave está en que no muestran reacción si la marca es transparente o si no hay espejo.
El trabajo se publicó, pero a los autores los pusieron a pan pedir[i]. Que si son solo 4 peces, que si son vertebrados con el cerebro pequeño, que si se tocan la marca porque la notan (es un estímulo físico, no visual) y no porque la ven y así.
No quieres caldo, pues toma dos tazas
Acaban de publicar el segundo estudio en la misma revista. Aumentaron el tamaño muestral a 18 peces. Y aquí va el spoiler: 17 de ellos se comportaron exactamente igual que en el estudio anterior (94%). Creo que Dori era la 18 😊
Esta vez, inyectaron la marca marrón a 3 mm de profundidad (en lugar de 1 mm). Apenas se podía ver, pero los peces con la inyección más profunda se raspaban la garganta a un ritmo similar, tanto si había un espejo como si no. Respondían a un estímulo físico. Si la marca era verde o azul (no marrón, reconocible como un parásito rico, rico) pasaban de ella. Y la primera vez, los 17 pasaron por las tres fases del espejo.
Para comprobar que realmente se reconocían, usaron distintos recipientes y colocaron el espejo en distintas zonas. La idea es que si no se reconocen, cada vez que se vean reflejados deberían de pasar de nuevo por las tres fases. Pero no fue así. Los autores sugieren que estos peces tienen conciencia de sí mismos, aunque aún queda trabajo por hacer.
¿Te llevo?
Por si esto os parece poco, unos científicos han enseñado a un pez de colores a conducir una pecera. Si, si, has leído bien. Podéis leer la noticia en el enlace. Dentro de unos años, si esto sigue así, podrás enseñarle a tu pez a traerte las zapatillas. Que te traiga el periódico lo veo más complicado, por razones obvias.
Lo suyo esta semana hubiese sido hablar del hito que supone haber secuenciado el genoma humano al completo. Queda pendiente, por estas. Me quedo con que, a partir de ahora, no volverás a ver a un pez de colores de la misma manera. Y ellos a ti tampoco 😉
Hasta la próxima y recuerda #SinCienciaNoHayFuturo
[i] Non vaia ser o demo: Por si acaso
[i] A pan pedir: A caer de un burro (Ni idea de que era una expresión en gallego)