Desde hace unos pocos años existe un boom en la busqueda de biomateriales, entendiendo a estos como aquellos materiales de origen biológico capaces de descomponerse y reintegrarse en el medio de una forma ecológicamente asumible.
Los hongos tienen mucho que aportar en este campo y una muestra de ello es el aumento casi exponencial de estudios y patentes en esta línea dentro del mundo de la micológia (Jones, M., Gandia, A., John, S. et al., 2021)
Algunos de estos materiales parecen ser muy prometedores aunque la mayoria pecan de requerir procesos de elaboración tan sucios o incluso más que aquellos a los cuales prentenden sustituir.
Parece una carrera por descubrir el sustituto ideal de los materiales plásticos y lo cierto es que estamos muy lejos de encontrar un material tan versatil como esos polímeros derivados de petroquímicos. Los mismos que nos han mostrado una versatilidad casi infinita y que en su momento fueron sustituyendo elementos de nuestro día a día que originalmente ya se elaboraban con lo que hoy llamamos biomateriales
A este carro se han subido, como no, las grandes compañias empresariales. Estas tienen una necesidad atroz de abanderar todo este tipo de movimientos con el fin de desvirtuarlos y ya que estamos realizar un poco de greenwashing, término utilizado para designar aquellas prácticas de marketing realizadas por las grandes empresas destinadas a crear una imagen ilusoria de responsabilidad ecológica.
Sin duda este «cuero» o «piel» desarrollado a partir de hongos resulta un material con inmensas posibilidades, pero hay que ser críticos con sus posibilidades a gran escala. Si tan solo valoráramos datos como el consumo de agua o la increible y eficiente tasa de crecimiento de algunos de los organismos que producen estos biomateriales resultaría evidente su viabilidad, pero no caigamos en la trampa, sobretodo sabiendo quienes enarbolan la bandera. Este tipo de materiales requieren en muchos casos de alta tecnología para su desarrollo y resultan una huida hacia adelante en un mundo en el que nos paramos poco a pensar hacia donde vamos.
No quiero dar lugar a equívoco, no soy un hater de estos biomateriales aunque hasta ahora haya dado razones para pensar tal cosa, me encantan, pero para afrontar el futuro hay que mirar al pasado y a las soluciones que entonces se tenía para el mismo tipo de necesidades. Precisamente el mundo textil parece que tiene que volver un poco a sus orígenes, movimiento que ya se ha iniciado, para redescubrir técnicas y materiales. Un caso evidente es el de la lana de oveja, actualmente infravalorada por gran parte de Europa y que supone un negocio redondo para los países compradores fuera de ella.
Explorado un poco el ámbito de los biomateriales en primera persona, lo que quiero haceros llegar a modo de conclusión es algo que de sobra sois conocedores querid@s carbonautas, pero, que un servidor, lo ha visto claro recientemente. La tecnificación de algunos procesos, en especial cuando parecen responder a una necesidad social alberga el peligro de hacernos creer que debían ocurrir en esa dirección cuando intervienen intereses lucrativos de por medio.