Cuando en una reunión la Royal Geographical Society de Londres se declara a la abeja como el animal más importante del planeta, ¿este gesto se hace realmente pensando en el planeta? A veces es importante conocer cuál es el alcance de nuestras afirmaciones, aun más cuando estas van a dar la vuelta al mundo. Afirmar que la abeja melífera es el animal más importante del planeta, es análogo a decir que los cerdos son necesarios para mantener nuestros ecosistemas. Queridos lectores, siento decirles que el planeta no nos necesita… Somos nosotros los que necesitamos al planeta y una vez más, somos nosotros los que necesitamos las abejas. Esta elección responde, por tanto, más a un enfoque antropocéntrico basado en una visión comercial y en nuestro desarrollo económico que a una verdadera preocupación por preservar la biodiversidad. ¿O no os llama la atención que el declarado animal más importante del planeta tenga una gran importancia en términos económicos?
Sin embargo, es cierto el declive que estos y otros insectos están sufriendo en algunas zonas concretas, debido a los pesticidas y las prácticas agrícolas poco respetuosas con el medio. A esto, en el caso de las abejas, hay que sumarle las enfermedades asociadas a la «ganadería intensiva». Por ello, este post no es un post antiabejas, sino una llamada a considerar la biodiversidad como un todo en el que debemos completar nuestra visión «Save the bees» como «Save the biodiversity» para abogar por la conservación de cualquier organismo, ya que todos ellos, son importantes para el planeta.
Las imágenes añadidas en esta entrada corresponden a diferentes especies de himenópteros cedidas por el fotógrafo de naturaleza Jesús F. Carro y con ellas se pretende dar solo una pequeña pincelada sobre su diversidad y la de las especies que polinizan.
¿Cómo empezó todo?
Según un estudio publicado en 2014 en la revista Nature genetics (https://www.nature.com/articles/ng.3077 ), la abeja melífera es originaria de Asia y se extendió por Europa y África hace más de 300.000 años. El ser humano comenzó a cosechar miel y cera hace más de 7000 años, lo que propició un movimiento de colonias de abejas por todo el mundo ligado a esta actividad. Estos animales son agentes claves de algunos procesos de polinización y el ser humano los domesticó aprovechándolos para su propio beneficio, siendo en la actualidad, sin duda, un factor clave en la producción de alimentos . Sin embargo, estos no son los únicos polinizadores ni los más eficientes para algunas especies de plantas, actuando en algunos casos incluso como «ladrones de polen», desplazando no solo a los polinizadores silvestres, sino afectando a la estructura de la red planta-polinizador ( https://www.nature.com/articles/s41559-017-0249-9 ) .
¿Cómo lo arreglamos?
Son numerosas las evidencias científicas al respecto y sin embargo, son pocas las respuestas a este problema, dada la controversia mediática del asunto. La realidad es una necesidad de valorar cada territorio y como para el ganado, establecer una carga lógica para cada territorio. Un estudio en 2014 ya alarmaba sobre los efectos que la alta densidad de colmenas en el Parque Nacional del Teide ejercían sobre la flora y fauna autóctonos y sobre la necesidad de retirarlas del entorno del Parque (https://www.revistaecosistemas.net/index.php/ecosistemas/article/view/986 ). Sin embargo, todavía después hemos vivido la puesta en marcha de «proyectos científicos» de inciertos beneficios para la naturaleza (pero claros beneficios económicos para algunos) llevados a cabo por entidades conservacionistas, que han actuado en el medio natural y han obviado las evidencias aún conociéndolas, porque «salvar las abejas» se vende bien.
En la actualidad, este tema vuelve a estar en auge tras la reciente publicación de un estudio llevado a cabo por Carlos Herrera en la Cuenca Mediterránea (https://www.biorxiv.org/content/10.1101/828160v1.full ). Este trabajo, tras un estudio de 50 años, concluye claramente que:
«Desde una perspectiva de conservación, las acciones recomendadas para promover la apicultura o mejorar las poblaciones de abejas melíferas en las regiones europeas donde la especie en realidad está disminuyendo no deben transferirse sin sentido crítico a la cuenca mediterránea. En el Mediterráneo, tales acciones estarían dirigidas al objetivo de conservación equivocado y, lo que es peor, podrían estar amenazando indirectamente la diversidad regional única de las abejas silvestres, las plantas polinizadas por abejas silvestres y sus relaciones mutualistas».
Así que habrá que mirar más allá y replantearse si el animal más importante del planeta no es un título que responda de nuevo a un «lobbie» socioeconómico. Sin embargo, úsenlo de excusa, si quieren, para promover la prohibición del uso de pesticidas, porque estos si que comprometen nuestra supervivencia, pero háganlo desde el conocimiento.
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