Medir el Bienestar Animal

“Cuando se puede medir y expresar con números aquello sobre lo cual se está hablando, se sabe algo del tema; pero cuando no se puede medir, es decir cuando no es posible expresarlo con números, el conocimiento es insuficiente” William Thompson.

Hola de nuevo a todos… En esta entrada seguimos con el tema del bienestar animal. Con la cita de arriba os introduzco el tema de hoy: ¿Cómo medir el bienestar animal? La respuesta está en la ciencia. Pero primero os tengo que advertir que medirlo es un proceso complejo, y es necesario combinar diferentes indicadores: de salud, productivos y de comportamiento. 

Cuando un inspector veterinario hace una auditoria en una explotación para medir el bienestar animal comprueba si cumple determinados «puntos críticos». Un ejemplo: valora la calidad de la ventilación del aire que tiene la explotación. Para ello, se encarga de hacer varias mediciones de las concentraciones de CO2, NH3

Otros valores que miden el bienestar animal son los niveles de las hormonas del estrés en sangre de las vacas (las catecolaminas), la subida del cortisol en saliva o la concentración de glucosa en sangre (que disminuye ante una situación de estrés). Además, los inspectores calibran la incidencia de enfermedades, como las cojeras. También valoran la presencia de… estereotipias ¿Y eso qué es? pues se llaman así a los movimientos repetitivos que les provoca el estrés a los animales.

Esterotipia: la vaca saca la lengua de forma repetitiva hasta lo ollares… ¡hasta parece sorprendida por tener una lengua tan grande!

En la anterior entrada os expliqué que buenas producciones en un establo indican buen nivel de bienestar animal. ¿Sabéis que en establos con sobrepoblación de vacas si se retiran animales, las vacas que quedan dan más leche? Esto ocurre porque se elimina el estrés de convivir hacinadas. Por eso, el resultado final es que la producción total en la explotación no se altera. 

Con la puntuación obtenida en los diferentes apartados, la explotación obtiene una calificación global. Hay que tener en cuenta que algunos de los puntos son de obligado cumplimiento, pues se consideran determinantes para saber si hay o no bienestar animal.

Como premio a obtener la certificación de bienestar animal, el ganadero podrá acceder a subvenciones (si la auditoria la realiza la administración) o a obtener un valor plus para la leche así producida (en el caso de que la auditoria la haga una central lechera). También hay consecuencias si no se cumplen unos mínimos (se sanciona administrativamente al ganadero). 

La ley de bienestar animal no solo regula el sistema de producción, sino también el transporte de animales “para vida” (animales destinados a recría o reposición) y el de los animales que se transportan al matadero. Los camiones que los transportan deben cumplir unas paradas obligatorias para el descanso de los animales. También deberán mantenerlos en condiciones higiénicas satisfactorias, disponer de una superficie mínima por animal en el camión y si el viaje es largo, suministrarles suficiente bebida y comida.

Además, para evitar el sufrimiento innecesario se controlan las condiciones del antes y durante el sacrificio. En un animal sano y descansado, el nivel de glucógeno de sus músculos es alto. Una vez sacrificado el animal, el glucógeno se convierte en ácido láctico y el músculo y la canal se vuelven rígidos (rigor mortis). Este ácido láctico es necesario para producir carne tierna, de buen sabor, calidad y color.

Pero, ¿Qué ocurre si el animal está estresado antes y/o durante el sacrificio?  Pues que se consume todo el glucógeno y se reduce el nivel de ácido láctico que se desarrolla después en la carne. Esto puede tener efectos adversos en la calidad de la carne. Aquí volvemos a lo mismo: a más bienestar, más y mejor producción. Si minimizamos el sufrimiento mejoramos la calidad de la carne y la consecuencia es una carne más tierna en los animales con menos estrés.

Por último informaros que ley de bienestar animal no solo se aplica a los animales domésticos, sino también a los peces de cultivos marinos y a los animales de investigación usados en el laboratorio.

Quiero agradecer especialmente a mi amigo y colega José Luis Míguez la cesión de muchas de las fotos que acompañan e ilustran mis entradas.

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